Aquel parque lleno de hojas secas, que anuncia la llegada del frió y la lluvia, aquel viento tibio que rosa mi cara haciéndome sentir... SENTIR.
Estoy viva y soy parte de ese ciclo ... de ese ciclo que no solo es un cambio de clima, sino que también un cambio en nuestras vidas, el pasar de un año, la continuidad de nuestros días.
Un comenzar de nuevo.. un levantarse para seguir adelante trazando un nuevo destino... Que incierto destino a veces asusta y aprieta muy fuerte los músculos de nuestro estomago y cuerpo.
Quien no ha sentido miedo alguna vez?
Quisiera que aquel sentir no existiera, pero que difícil es evitar lo que desde niño ya sentías, así como el dolor, como el cansancio, como el escalofrió que de pronto sin saber el ¿por qué?, se expandía dentro y fuera de ti, de pies a cabeza.
He cambiado mucho desde aquel tiempo en el que corría, pues ya no soy una niña, sin embargo, me he dado cuenta que los sentimientos, siendo niña, adolescente, o mujer no cambian, pues hoy tengo los mismos miedos que cuando niña; Y aunque la oscuridad que hoy me asusta no sea la del cuarto, sino que la oscuridad del no poder ver mas allá... del desconocer muchas veces me angustia.
El miedo, o el temor ya no es porque me vayan a castigar, sino por que no pueda atravesar el muro que esta enfrente mío porque he decido simplemente ir mas allá.
Del otro lado el bosque ya no esta rodeado de duendes, ni princesas, esta vacío porque solo me espera... Espera lo contemple desde lo mas profundo de mi ser, a los treinta ya no necesitamos cuentos de hadas para conocer una historia bella. La historia esta en nuestras manos porque mamá ya no esta para llenarla de estrellas.
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