LA HISTORIA DEL URUGUAYO Y EL SR. X
ESCENA 1: El uruguayo Luís Moreno se levanta de la cama. Como todavía está algo oscuro, busca al tanteo los fósforos. Antes de lavarse la cara y cepillarse los dientes, pone la pava. Llena el termo para el mate. Y se toma unos unos amargos, por supuesto.
Su casa es humilde y acogedora. La abarca toda de un vistazo. Allí están sus cosas más queridas: su esposa Irene dormida aún, su pequeña perra Pitufa, la radio spica y el infaltable banderín dorado y negro de Peñarol.
Luego de los mates, se pone la gorra que cubre apenas parte de su creciente pelada y se va al galpón a buscar el alimento para los animales. Reparte con justeza maíz para los cerdos, gallinas, patos, gansos y el balanceado para los terneros y conejos.
Se toma el tiempo para observar algún pájaro que le llama la atención. Los teros en el campo delatan su figura y vuelan rasantes sobre su gorra. Le causa gracia como la Pitufa los corre, y se pone furiosa. Hasta que recibe un picotazo y entonces la pequeña pekinesa deja su orgullo de lobo perdido y se refugia junto a Luís.
El día le parece magnífico. Intuye que va a estar un poco fresco pero con buen tiempo.
Respira hondo y prende un Nevada. Los gustos hay que dárselos en vida, se dice para si mismo.
ESCENA 2: El Sr. X se levanta un tanto malhumorado con los martillazos de la obra del duplex contiguo. Le cuesta despabilarse, las pastillas que le recomendó el médico parece que hacen todo su efecto por la mañana.
Baja las escaleras, la casa está tibia por efecto de la loza radiante. Toma el diario que le acaban de pasar por debajo de la puerta y se dirige a la cocina. Allí lo espera la mucama con el café recién hecho y medias lunas. Le toca una pierna y ella, sin enojarse, le recuerda que la señora ya se está por levantar. Entonces hojea el diario para ver como está va el asunto del dólar con el euro.
Luego el Sr. x. mira su notebook para ver los compromisos que le esperan en el día. Antes de que toda la familia esté levantada, baja por el ascensor hasta la cochera, como huyendo. Se dirige a sus oficinas en el barrio de Catalinas, casi sin darse cuenta del espléndido automóvil que maneja y menos del sol radiante que hay por ser una mañana de invierno. Es más, posiblemente ya esté pensando en cambiar el auto por ciertos ruiditos que le molestan y bajará la visera porque el sol matutino siempre le ha molestado con el rostro recién afeitado.
Antes de llegar ya le dejó un mensaje al analista para decirle que hoy no podrá ir y a su
secretaria que ya quedan para el horario prefijado. No tiene duda que ella lo distiende más que el terapeuta, por el mismo precio. Los gustos hay que dárselos en vida, se dice para si mismo.
ESCENA 3: Ahora el Uruguayo corta un poco de pasto para los animales. El sabe que ellos intuyen que les va a cortar pasto y se ríe porque lo siguen con la mirada. Solo por el ruido de la carretilla la vaca le muge y él responde con su nombre cariñosamente.
Jamás se lo ha visto retar a los perros cuando ladran o hacen alguna travesura. Piensa, que en el fondo son animales.
En el campo hay como cien madres de conejos. Por su gran prolificidad hacen que Moreno este siempre atentos a los nidales y luego al crecimiento de los gazapos. Les pone pasto seco y las hembras a punto de parir hacen el nido en cajones de madera
sacándose pelo de su pecho. Conoce bien a cada una, sabe quién necesita más mimos o un poco más de alimento.
El embarazo dura unos treinta días y la lactancia otros treinta días más. De seis a ocho gazapitos por vez, convierten a los conejos en verdaderas fábricas de alimento. La forma que Luís entiende para favorecer la producción es que nunca falte la achicoria,
La alfalfa o el balanceado. Ni aún los días de lluvia.
Luego toma los elementos de la huerta y decide hacer unos almácigos de lechuga, perejil y remolacha…como para ir tirando. Porque si algo no entiende el uruguayo
Luís Moreno es a la gente que vive en el campo y va a hacer comprar en la verdulería.
ESCENA 4: Ahora el Sr. X se encuentra en pleno ritmo de trabajo. Su oficina es lujosa y alfombrada, desde los grandes ventanales se aprecia todo el puerto y la serenidad del río.
Atiende el teléfono, mientras que la secretaria le avisa que lo están esperando los japoneses que vienen a invertir en la empresa. Le hace gestos como que esperen un rato. Toma rápido un par de pastillas, una para el corazón y la otra para mantenerse calmo.
La bolsa se cae y el jefe de compras lo llama por otra línea para comunicarle que un proveedor importante se niega a venderles materiales por la suba de precios. El dólar oficial lo marca el gobierno, pero la inflación no cede y los precios suben igual.
Las acciones de una compañía de galletitas, que él expresamente pidió que compraran, se derrumban.
Acto seguido se pelea con otro proveedor por la mala calidad de uno de los insumos, lo que le acarreo un pleito judicial con uno de sus mejores clientes.
Porque si hay algo que no entiende el Sr. X., es a la gente que hace mal las cosas.
ESCENA 5: Cae la tarde y con ella la satisfacción de haber cumplido con un nuevo día de trabajo: cortó con la máquina un poco de pasto en el jardín del frente, arregló los rosales y junto un poco de leña para el hogar.
Mientras Irene le ceba unos mates, comparten juntos como tantos ocasos unos minutos juntos: charlando de viejos recuerdos, de los hijos o parientes en la otra orilla, del viejo tranvía de la 18 de Julio o quizás de el Shopping de Pocitos. Ni hablar de Tristan Narvaja, de comer un chivito con un chaja. Con durazno por supuesto.
Se extraña un poco es cierto, pero el se siente dichoso de vivir en el campo y tener los suficiente para vivir. Aparte Montevideo esta a dos horas de Buquebus y en cuanto pueda ahorrar unos pesos va a buscar cigarros yerba de la buena, la Canarias.
Le hace ver a su esposa que la helada de ese año no fue tan brava como otras y que posiblemente va a venir mucha fruta. Los manzanos, duraznos y ciruelas tienen mas fuerza después de un buen frío, le explica.
Observa como un par de calandrias se pelean por su territorio y como aparece el lucero en el firmamento. Señal que esperaba para ir a buscar a las vacas y terneros. Si fuera por el, los acostaría en una cama con sábanas y les contaría un cuento para que se durmieran.
Aprecia con humildad como cae la noche lentamente, el cielo permanece limpio y esta refrescando.
ESCENA 6: Fue un día pésimo, quizás uno de los peores que recuerde el Sr. X en años.
Decide irse mas temprano que se costumbre, porque ya no hay nada que pueda solucionarse en ese fatídico viernes. Si un problema tiene solución no hay que preocuparse y si no tiene solución tampoco, intenta consolarse,
Esta cansado del gobierno, que lo esquilmen con los impuestos, que no hagan nada para sacar a los piqueteros de la calle y que no arreglen el tránsito de la ciudad que es un caos.
Llega a su casa y recibe como un huracán todos los problemas y quejas de su familia:
Que la peluquería de su mujer, que la plata para la facultad, que la cuota del club, que hay que limpiar la pileta, que el seguro, que la mucama…
Parece que el viernes todo se acuerdan de el para decirlo algo. Un complot organizado justo cuando el Sr. X. no quiere escuchar a nadie y lo único que desea para si, es descansar un poco y que no le retrasen el fin de semana.
Esta harto de todo y de todos y para colmo la noche va cayendo lentamente y parece que va a refrescar.
AL CAER EL TELON: El Sr. X. luego de un corto viaje llega al campo que tiene en Mercedes, a cien kilometros de Buenos Aires. Y como todos los viernes, la escena parece repetirse y siempre pasa a cuestionarse lo mismo:
No puede entender por que su casero, el uruguayo Luís Moreno, lo espera siempre allí con una sonrisa en los labios.
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