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Cogió su cámara de fotos y salió a pasear, sin rumbo fijo, sin ningún destino concreto. Llegó a un parque y comenzó a observar lo que veía, de pronto, reparó en su primera víctima, un entrañable gorrión que bebía de un pequeño charco de las lluvias de los días pasados. Se movía como a impulsos, a pequeños saltos, levantaba la cabeza observaba a su alrededor y picoteaba dentro del charco, así una y otra vez, hasta que vio saciada su sed y emprendió el vuelo a quién sabe donde.
Satisfecho tras fotografiar a su primera víctima, siguió paseando por el parque en busca de la siguiente. Un enorme árbol con un imponente tronco movía sus hojas debido a la suave brisa que corría. La intensidad del color verde de sus hojas es lo que decidió retratar, desde diferentes ángulos y con distintos tiempos de exposición consiguió el efecto deseado de aquel bello árbol.
Cuando se disponía a guardar la cámara en su funda observó una pareja paseando de la mano por una loma, se les veía tan felices que decidió retratar esa vitalidad y esa felicidad. Se acercó a ellos con disimulo y tratando que no se dieran cuenta de su existencia, no por creer que estaba haciendo algo malo, sino para no estropear “su momento” y conseguir unas instantáneas verdaderas y no posadas.
Tras su tercer mágico momento del día, se dirigió hacia la ciudad en busca de nuevos objetivos. Al poco rato de caminar ya lo tenía. En esta ocasión se trataba de un antiguo edificio de varias plantas, con tonos grises pero vivos, unas cuantas banderas en su fachada aportaban colorido y sus grandes ventanales le otorgaban majestuosidad, una obra arquitectónica que rozaba el arte.
Se hizo la hora de la comida y decidió comer algo por ahí, sin perder tiempo de regresar a su casa y volver a salir por la tarde. Eligió una pequeña bocatería familiar, de esas de comida casera. Se sentó en la mesa y salió a atenderle una hermosa joven de claro cabello y mejillas sonrosadas, es como si un auténtico ángel hubiera salido a su encuentro. Antes de pedirle la comida, le rogó un sí para retratarla, a lo que la joven accedió sonrosando aún más sus mejillas.
Sin duda una gran comida, sin proponerlo demasiado llevaba una sesión fotográfica muy productiva y esperaba que siguiera su racha.
Llegó a una céntrica plaza de la ciudad y allí se encontraba un mimo subido en un pequeño cajón de madera, su quietud y la perfección de los movimientos que realizaba fue lo que más le impresionó y en lo que tuvo más cuidado a la hora de retratarlo. Estuvo junto al mimo más de una hora, impresionado por el increíble trabajo que asumía en su papel de paisaje a cambio de unas escasas monedas. Se acercó a él y en vez de lanzarle alguna moneda sobre la empobrecida caja de cartón que se hallaba bajo su altar, le introdujo un par de billetes en el bolsillo de su chaqueta, a lo que el mimo respondió de la misma manera que si le hubieran lanzado una moneda cualquiera, una mueca de alegría con un saludo, seguido de su vuelta a la quietud.
Emprendió de nuevo su camino y se topó con una manifestación a favor de la paz, era silenciosa y enérgica. Una representación de una gran masa de personas que no se conocen entre sí, a favor de una gran causa común que ojalá gobernara nuestro mundo.
Era tarde ya, apenas había coches circulando por las calles y llegó a una gran avenida, tampoco aquí había coches y sintió, que la grandiosidad de una gran avenida casi completamente vacía, también merecía ser fotografiada y así lo hizo antes de regresar a su casa.

Al día siguiente, reveló sus fotografías y las incorporó a un álbum en el que anotó con sumo cuidado anotaciones que servían de referencia para expresar las emociones que había sentido con cada una de sus queridas instantáneas, en la última página escribió:
“La ciudad no es un espacio gris de altos e inhumanos edificios, si se observa bien lo que rodea a las grandes urbes sin duda se puede exprimir el jugo de la vida que circula por su interior.”

Texto agregado el 16-04-2004, y leído por 157 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
17-04-2004 Un bello y esperanzador relato, invita a mirar a nuestro alrededor al salir a la calle y ver la belleza oculta que nos muestras aquí... yoria
16-04-2004 ME GUSTÓ MUCHO. TIENES CAPACIDAD, TIENTAS CON TUS LETRAS A SEGUIR LEYENDOTE. CADA UNO DE NOSOTROS FORMA PARTE DEL TORRENTE SANGUÍNEO DE ESTA MASA GRIS. BESOS. andreacasandra
 
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