Cuando llegamos las mujeres a la vida, sólo pensamos en ser madres, en construir una familia, en ser dueñas de casa, sin embargo, con el andar por la vida, nuestras objetivos cambian en tanto el medio nos muestra otras posibilidades, la universidad, una profesión y un trabajo acorde a nuestras metas, olvidamos la esencia de la vida, perpetuarnos a través de los hijos, perdemos la perspectiva de ser seres humanos y personas con un alto potencial de amar.

Estando ya en la universidad, Dios me mandó un angelito a mi vientre, cuando conocí la noticia pensaba que el mundo se me venía encima, cómo Dios me enviaba una persona a mi vida, cuándo aún no era yo misma la persona que esperaba ser!!, cómo Dios me enviaba un angelito para ser cuidado si ni yo misma sabía cuidarme!! Cómo me encomendaba la labor de ser madre si no sabía como hacerlo!! Quién me daría las herramientas para ser madre!! Me hice tantas preguntas que ya no las recuerdo, sin embargo recuerdo a mi padre, diciéndome, hija, un hijo siempre es una bendición de Dios, y recuerda que te amo y nunca te dejaré sola, te apoyaré hasta la eternidad.

En el transcurrir del embarazo, cuando comencé a sentir que efectivamente había una persona creciendo en mí, mi corazón se llenó de felicidad, iba a ser madre!!, cómo sería? Sería niña o niño?, sólo pedía a Dios que si me había mandado a ésta pequeña personita, me la diera llena de vida. A los nueve meses llegó el minuto, un día en que se sientes dolores inimaginables, pero tienes una felicidad que traspasa los muros de tu habitación, pues iba a conocer a mi bebé, a quien le hablé durante nueve meses, a quien hice partícipe de mis gustos, a quien hacía escuchar música por las noches cuando no dejaba dormir a mami, a quien esperaba desde hace tanto tiempo, al fin nos conoceríamos y nos miraríamos a los ojos.

Cuando nació mi bebé, me dijeron, es una niña!!, la pusieron sobre mi pecho, tenía sus ojitos abiertos, cuando nos miramos, sentía que me decía hola mami, aquí estoy para hacerte feliz, y yo con lágrimas en los ojos, le dije, bienvenida amor, daré lo que soy para que seas feliz en la vida.

Mi bebé ya tiene 12 años, es una hermosa jovencita de largos cabellos castaños, con una dulzura que apaga la más profunda amargura de quien se tope con ella, una persona con una alegría incalculable, y pensando en ella, me doy cuenta que efectivamente Dios me envió un ángel, pero un ángel de amor. Saben? A nadie le enseñan a ser madre o padre, sin embargo son nuestros hijos quienes nos enseñan a serlo, son ellos quienes entre otras cosas, nos enseñan a amar la vida, son ellos quienes se transforman en nuestro cable a tierra, son ellos quienes se transforman en nuestra razón de ser y de vivir, son ellos nuestro motor.

Hoy sólo puedo decir gracias Dios por enviarme tan bella niñita.

TE AMO HIJA

Clau.