Es uno de esos relatos que pujan por salir, que duelen, que se traban en los mecanismos de tu cerebro y se atascan de una extraña manera. Puedes verlo, no completo, solo los contornos, es como vislumbrar su sombra, como verlo a través de una pesada cortina de humo. No tienes idea de su argumento, sin embargo sabes que esta lleno de muerte y dolor, de oscuridad y miseria. Te imaginas escribiéndolo, no seria un relato muy largo, unas mil palabras tal vez, y entiendes que ese relato seria como abandonar una parte de tu propia alma. Si lo escribes, una parte tuya se perdería para siempre en una simple hoja.
Intentas olvidarlo. Te dices que si no puedes verlo, no tiene sentido seguir pensando en el. Pero resulta absolutamente imposible. Sin darte cuenta tomas una hoja y un lápiz. Ves con horror como tu mano derecha escribe las primeras palabras. No las lees, no puedes hacerlo. Luego de escribir un pequeño párrafo tu mano se detiene. Intentas escapar, con cada segundo te das cuenta de la importancia que tiene para tu vida ese relato. Una parte tuya quiere leer lo que has escrito, pero el miedo lo evita. Y mientras piensas como escapar de esta locura, tu mano vuelve a escribir. Esta vez lo hace más rápido y con más seguridad. Comienzas a ver mas y mejor los contornos del relato. Entiendes que definitivamente trata de ti mismo. Entiendes que al escribirlo una parte tuya morirá. Tu mano se detiene. Por alguna razón esta vez no puedes evitar leer lo que hay en la hoja. Con creciente horror lees los dos primeros párrafos. Tu mano vuelve a escribir. Vas leyendo a medida que escribes. Tu nombre se repite en el relato, y también el de ella... Piensas que todo esto es ficción, es solo un invento de tu loca cabeza. Pero sabes que no lo es, sabes que esto lo esta dictando tu memoria, sabes que esta demencia es la tuya propia y que el hombre que empuño ese afilado cuchillo no fue otro que tu mismo. Y aquella mujer destrozada por tu locura no era otra que tu esposa. El relato aun no ha concluido, sigues leyendo a medida que tu mano escribe a velocidad vertiginosa. Y con una demencial risa comprendes el final antes de que tu mismo termine de escribirlo. Este mismo es el final. Solo falta que acerques un poco ese cuchillo a tu garganta y hagas un poco de presión...