Me queda el recuerdo de tu euforica intesion por acompañarme al 124.
Era de noche. Eramos compañeros. Era una excusa. La primera de tantas.

Te colocaste en posicion, asi como el soldado que marcha a la guerra.
Parece como si titubear fuera una mala palabra .
Los hombros pretenden un bailecito incomodo pero avasallante.
Estas erguido, y tus ojos simulan dos halcones a la presa de tu proximo enemigo.
Estoy al lado tuyo.
Creo que estoy linda hoy. Me lo dicen tus ganas y mi espejo.
A veces sos el lobo de todos mis cuentos y a veces un cordero buscando caricias.
No es pelear. Vos decis. Yo creo que la ambigüedad existe hasta en estos terminos.
Hace 15 meses mis vestidos eran nuevos y mi cuerpo desnudo a desconocer te invitaba a seguir.
Hoy es veintipico y un par de decisiones nos anclaron aquí.
Esta etapa donde el ser o no ser debaten su propia existencia.
Una etapa donde es necesario aferrarse mas a un preterito perfecto que a un presente sin definicion ni certezas.
Cada uno trae sus mochilas.
La tuya tenia un nailon que advertia no tocar.
El primer dia lo desenvolvi, sin pedir permiso. Y tal vez lloraste.
Y asi me sentiste especial. Y asi me sorprendio que me sintieses asi.
Me diste la mano. Era fuerte. Como tu mirada.
Tu seguridad al hablar. Pero a veces tan debil. Como cuando decia algo que te lastimaba o cuando mis mano acariciaban tu cuerpo.
Me invitaste a pasar al hall central de tus sueños.
Mezcla de utopia con intensidad propios de una busqueda al azhar que ninguno de los dos suponia.
Besarte era como volverme una princesa de cuento.
Y digo era.. porque hay formas que se desdibujan con el tiempo.
Y no es porque hayamos perdido el corazon. Sino que tal vez recien ahora nos manejamos con las magnitudes adecuadas. No empalagamos la crema y le ponemos al café ese toque, ese gustito, para querer siempre un poquito mas.
Puedo afirmar que en este tiempo he sentido tus manos fieles, asi como una presencia incondicional que ilumino mis dias.
Y aseverarte que gran parte de lo que me dijiste esa mañana en Beiro fue de buena intuicion y poco errada.
Lo que me asusta es ver al caballero en la guerra, sin telon.
Lo que no quiero es perder al inocente que hay en el.
Que el sarcasmo no se apodere de el en las noches de amor y de jardines.
Que el cinismo no cubra el velo de la esencia que me llena de luz.
Me asuste verlo manejandose en sociedad.
Tal vezs no me asusta, tal vez me descoloca.
Admiro la forma en que sus pies golpean el piso.
Me quedaria mirando horas y horas como sus manos justifican un acto.
Como se entreabren sus cejas, y su boca se frunce y se vuelve pequeña y se asemeja a una frutilla rosada que tienta a morderla pero al mismo tiempo invita a la distancia.
Y cuando estamos a solas es como si se sacara la ropa.
Como si el traje lo dejara a un lado.
Su equilibrio es lo que permite acompañarlo y estar cerca de el.
Si hay una preferencia por algunos de los caballeros de esta historia, creo que esta de mas decirlo.
Pero es que a veces me pregunto hasta que punto toleraria un desequilibrio entre ambas.
O el traje perpetuo.
A veces no quiero preguntarselo, a veces solo quiero descubrirlo todos los dias.