Catalina Danae, demasiado nombre para una minúscula criaturita que lleva la misma sangre que late en mis venas. Bella personita, un mar de ojos que todo lo contempla con la curiosidad glotona del que se deslumbra ante cada nueva imagen. Ahora comprendo a los otros abuelos, a los que el asombro y el amor más intenso les hacen dibujar en sus rostros las morisquetas más divertidas y las contorsiones más absurdas, transformándolos en payasos y bufones que se rinden ante la reinita o el reyezuelo que amenaza con convertirse en un pequeño dictador.

Catita querida, miniaturita de porcelana, intentando formular tus primeros bosquejos de palabras e imitando los gestos que más tarde serán las manifestaciones de tu carácter, hoy intentas realizar una reunión con un perrito de peluche y un osito de plástico. Mañana, otros serán tus compañeros y otros tus juguetes. La vida no es otra cosa, no te afanes ni te apresures. Hoy, sólo procúrate la láctea dádiva de tu madre y enhebra tus sueños de plata, bórdalos en tu pequeña memoria. No se es hombre, si antes no se ha sido niño, un niño macerado a punta de mimos y caricias, certificado solemne para escalar los próximos pasos de esta azarosa escala que nos conduce a la adultez...