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Corrían mediados de los ochenta. Lupin y el Pelado se habían hecho amigos de Dieguito, un pibe que conocieron en el secundario. A su vez, este tenía conocidos que trabajaban en una imprenta.
Como ocurre desde siempre los muchachos disfrutaban entrar de colados a los cumpleaños de quince, tenía un sabor especial. Esto les permitía conocer chicas nuevas, si se mamaban nadie los conocía y por sobre todo morfaban y chupaban de arriba, todo esto condimentado por el sabor de lo prohibido de entrar donde nadie los invito.
Cierta vez Dieguito les comento a los muchachos que había falsificado algunas entradas en la imprenta de los amigos para un cumpleaños en el Sheraton Hotel. Los dos muchachos se entusiasmaron y comenzaron a invitar un par de amigos del barrio. Así fue como aparecieron en escena Pebete, el Pitry y el gordo Veron.
Ese sábado transcurrió como todos entre algún picado en el potrero, cervezas y la esquina. Al atardecer los pibes se fueron a sus casas a bañarse y ponerse sus mejores pilchas para luego juntarse de nuevo en la esquina y partir hacia la fiesta.
Tomaron el veintidós rumbo a Retiro. Ya en el trayecto se notaba una mezcla de ansiedad, excitación y alegría en los muchachos.
-¡Che, dicen que desde la terraza del hotel se ve Montevideo!, comento alguien.
-Bueno, habrá que subir a conocer el país vecino, respondió otro.
Llegaron y se mandaron con la seguridad de un invitado legal. Pasaron sin problemas, las falsificaciones estaban realmente bien hechas. Subieron algunos pisos y desembocaron en el salón. Los más tímidos entraron últimos con la sensación de ser observados y reconocidos como intrusos. Nada de esto ocurrió, eran puras paranoias. Entre tantos invitados pasaron desapercibidos por el momento. Se sentaron estratégicamente en una mesa redonda cercana a la salida y de la barra donde servían tragos.
Todo transcurrió normalmente hasta mitad de la fiesta donde la bebida empieza a hacer efecto. El que hizo punta fue Lupin que se acerco a una meza de platos salados que quedaba cerca de la banda que tocaba música suave de fondo. Lupa que se caracterizaba por su caradurés extrema. Se detuvo en medio del salón, dándole la espalda a la banda y comenzó a hacer magia con un saladito que hizo desaparece en su boca para seguir haciendo trucos de pésima calidad con una servilleta. Algunos rieron, otros observaban perplejos pero los muchachos se lo festejaban con aplausos y risotadas.
Ya culminando él ultimo truco del improvisado mago, se activaron las luces de colores y efectos de humo. Él numero termino con el aplauso y risas de la gente que aprovecho para invadir la pista de baile. Al ver esta reacción generalizada la banda comenzó a tocar música más fiestera. Ya en la mesa Lupin pregunto tentado de risa:
-¿qué paso?, ¡ja! ¿Quién activo el humo y las luces? Fue entonces cuando vieron como lo sacaban al Pitry a empujones de la consola de efectos especiales.
-¡viva el mago!, gritaba totalmente en pedo.
Entre risas y brindis los muchachos notaron que faltaba Pebete. Desde la mesa alcanzaron a divisar que estaba de chamullo con una morocha. Al rato notaron un revuelo en la entrada del salón. Fueron a ver y se encontraron con Pebete cubriéndose la nariz con una servilleta sangrada. Error, la morocha era la novia del fotógrafo y como pasaba siempre que volaba una piña, estaba la cara de Pebete por delante.
Salieron del salón para tranquilizar las cosas. No daba para armar quilombo cuando el que le pego era uno solo y la imprudencia como casi siempre era de Pebete.
-¡Vamos a conocer Montevideo!, dijo Dieguito y todos asintieron con un -¡siiiiiiii!
Subieron al ascensor al grito de: – ¡heeeeeeeee... heeeeeeee...!
El paseo y el entusiasmo terminaron rápido. Por la mitad del ascenso se detuvo el ascensor, se abrió la puerta y aparecieron dos uniformados que en tono poco amigable preguntaron:
-¡Dónde van!
-a ver a Montevideo, contestaron mientras las puertas comenzaban a cerrarse y con la valentía de quien se siente protegido por unas puertas que se cierran gritaron:
-¡juira vigilantes trolos!, Lógicamente los uniformados tenían los controles como para detener al ascensor y volver a abrir las puertas. Los llevaron en fila y les advirtieron:
-¡O vuelven a la fiesta, o los retiramos y van detenidos! No había mucho que pensar sobre las opciones. Minutos después estaban en la fiesta nuevamente. Lupa Dieguito y el gordo Veron bailando, Pebete y Pitry medio dormidos por algún rincón y el Pelado en la mesa a la cual se habían sentado cinco muchachos, también colados de los que aplican la técnica de llegar mas tarde y luego comen y beben tan rápido como sube la borrachera. Eran pendencieros de algún barrio hostil que no solo coparon la mesa sino que también empezaron a molestar al Pelado.
-¡estos no son mis amigos!, noto con la lucidez de quien se tomo todo lo que encontró.
-¡A vos, vos, vos, vos y vos los peleo de a uno giles!, dijo envalentonado por la bebida.
A continuación los amigos del Pelado bajaron acompañándolo preparados para la gresca. Cruzaron a la plaza de enfrente y esperaron a los rivales. Cuando parecía que los pendencieros no bajaban los muchachos festejaban por adelantado una victoria sin ni siquiera despeinarse y canturreando vivas incoherentes a modo de gritos de guerra como ser:
-Se cagaaaron se cagaaaron...
-¡Heeeee...! ¡ Heeeee...!
-¡Eoe salchichas con puré!
-¡Argentina, Argentina!
Era evidente el estado de ebriedad, los cantos eran cualquiera pero provocaba carcajadas entre ellos.
El clima se puso tenso cuando vieron que bajaban los del otro bando. Cruzaron y comenzó el ingenuo ritual de una pelea de chicos en los ochenta. Primero se insultaron enfrentados hasta que voló un cachetazo que heroicamente intercepto como siempre la cabeza de Pebete. Ahí se desato la batahola. El gordo Veron con su metro ochenta y sus casi cien kilos repartía trompazos al grito de:
-¡Aguante lacademia!, asiendo honor al cuadro de sus amores, pero no del resto de los muchachos. Dieguito solo evitaba que le peguen pero sin abandonar la escena y contribuyendo a por lo menos distraer algún rival para que otro le pegue. Pebete hacía poses extrañas de karate hasta que algún tortazo lo desarticulaba. Pitry tiraba piñas al aire tratando de embocar al centro de su visión triple y movediza. El pelado quedo trabado en una pose de lucha que supo destrabar introduciéndole el dedo en el traste a su oponente quien hubiese preferido una piña a tal ataque a su dignidad. En medio del combate Lupa quiso propinarle una patada a un contrincante, pero solo logro que su mocasín volara hasta el medio de la calle. Todo termino de repente cuando escucharon sirenas de patrulleros y luces que venian a lo lejos. También vieron como se aproximaba un colectivo que los llevaba para su barrio. Al trote lo corrieron hasta alcanzarlo y desde la ventanilla vieron como los patrulleros detenían a los otros pibes.
La excitación causada por la adrenalina de la pelea los mantuvo como para reír y relatar pormenores del combate. Ya mas tranquilos llegaron a su barrio, acompañaron a Pebete y al Pitry que a esa altura apenas si podían caminar y se despidieron marchando hacia sus casas con el sabor de cargar una nueva aventura sobre sus espaldas.

Texto agregado el 14-04-2008, y leído por 1167 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-09-2009 Bueniiisimo!... No era de colarme en los 15, pero me hizo acordar una vez que la hermana de un amigo (que tanía problemas renales) se había orinado en un cumple de 15. Acompañamos a mi amigo al otro barrio para alcanzarle ropa interior a la hermana. En eso nos para la policía y nos pregunta: Qué llevan en la bolsa? El Flaco Sandoval, viéndose acorralado por la situación les dice "Es que somos travestis"... claro, imposible que nos creyeran la historia real, jaja. cesarjacobo
15-10-2008 Los desahogos irreverentes de la juventud, ¡con que placer los recordamos!. Pero ahora que se nos acumularon los años... aah en nuestras fiestas no queremos ningun colado. ¡Cosas de la edad pues! Entretenido tu texto y evocador.*****Afectuosos saludos. sagitarion
 
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