Nunca digas siempre, es peor que aquel nunca; todo aquello que se pierde, como el niño alegre que dentro de mí envejece, cuando tu tibia mirada al amancer se desvanece.
Nunca digas siempre y Siempre que digas nunca, aférrate a esa promesa, jurame que no mientes. El siempre no prevalece. El nunca, en verdad ha ocurrido muchas veces.
Nunca digas siempre, que nunca crea, y mucho menos que en ti lo perpetuo piense, que se gasten meses, que juntos todos los viernes trece, bendigan tu maltratado vientre, persignándote nunca toda la frente si no, en cada paso, en cada día que tomes la decisión consecuente, y que más lejos de ti me lleve, que mientras más distancia haya y yo jamás comience, menos vale y dura el tiempo que tan poco ofrece. |