Acuchillada en un rincón de la habitación del motel lo único que rompía el silencio era el esporádico paso de los autos en la ruta de aquel lugar alejado de la ciudad, la joven mujer, casi adolescente, ya no respiraba.
La negruzca sangre que había expulsado la puñalada se colaba entre los dedos de la mano que parecía querían sostener las entrañas que amenazaban salirse por la grieta en la carne.
Los pies descalzos, las manos sobre el vientre, como toda vestimenta lucía una minúscula tanguita de color piel, por lo que parecía totalmente desnuda. Lo más impresionante era el gesto: ojos saltones, mirada perdida en algún punto fijo, el maquillaje corrido por las lágrimas derramadas hace pocos minutos, la boca retorcida de dolor e intentando dar un grito desesperado de auxilio, el cabello largo, rubio, brillante y rizado le caía desordenado sobre el rostro y los hombros como enmarañados, como si los hubieran utilizado para arrastrar a la joven a este es lugar. Parecía estar arrodillada y haber caído hacia el lado derecho arrastrando consigo la cortina floreada que vestía la ventana por la que se veía la ruta y el campo, nada más.
Así la encontró Nuria, la muchacha de la limpieza, por la mañana a primera hora. Su primer reacción debería haber sido gritar y salir corriendo para buscar a alguien, sin embargo un deseo insospechado de morbosidad la detuvo empujándola a acercarse al cadáver y estudiarlo.
Al instante la reconoció, era Malba, una clienta del motel, allí llevaba a sus compañeros ocasionales de sexo. Nuria había conversado con ella varias veces. Era prostituta de poca monta, independiente; no tenía alguien que la administrara, alardeaba de su capacidad de cuidarse sola y no tener que darle sus ganancias a un chulo. Había dicho tener que hacer esto por su hijo, cosa que Nuria sospechaba era una tremenda excusa, ella misma había sido madre adolescente, y llevaba con dignidad su vida y la de su niño; y se lo hizo saber sin reparo a su cuasi amiga de encuentros furtivos, una que entra y otra que sale de sus respectivos trabajos.
Se demoró todavía un poco más, vio algo brillante en el piso que se asomaba por debajo de la pierna derecha que aguantaba casi todo el peso del cuerpo caído, y con ese bendito instinto de mucama de esperar encontrar algo valioso al entrar a limpiar una habitación, más en un motel de paso, se agachó para estudiar el objeto, era la patilla de un anteojo que había sido aplastado por la joven. Fue más allá todavía, se agachó para ver mejor, y ganándole la curiosidad al sentido común tomó con dos dedos la patilla y tironeó. Lo que comprendió la dejó con la respiración cortada, las piernas la dejaron de sostener y hubiera sido demoledora la sensación si no se hubiera abierto la puerta repentinamente y hubiera escuchado la voz enérgica que se correspondían a los anteojos encontrados y que tenían que ver directamente con el asesino. Malba giró la cabeza en dirección a la voz, sus ojos se salieron de las órbitas, en un pobre intento de resistencia quiso empujar al hombre que ya tenía encima sin lograrlo, el golpe le nubló la vista y cayó justo encima del otro cuerpo hacia la izquierda formando una extraña cruz. Así las encontró la policía local, que nunca pudo resolver el caso.
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