Este quieto amanecer
se queda a mi lado
como las viejas mañanas de domingo
que alguna vez fueron
tan perfectas en letargo
y tan imprudentes de espíritu.
Que no sean tus brazos
los que me quiten las ganas, y
que no sean tus soles
los que me nublen otra vez.
Parece que fuera un siglo,
parece que fueran cinco,
parece que fueras tu y no yo
quien respira
y quien quisiera
quedarse para siempre
dormitando en dos palabras de amor...
Texto agregado el 13-04-2008, y leído por 128
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13-04-2008
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