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Este va a ser un texto rasca, y como sé que va a serlo, prefiero escribirlo de inmediato, y no dilatar el momento. Sé que va a ser un texto rasca porque el anterior fue bueno. Fue un poco enredado, y en algún momento tuve miedo de colocar demasiadas palabras, pero porque me costó terminarlo, y porque me gustó releerlo, miro en retrospectiva y me siento satisfecho. Y eso, por supuesto, es algo horrible, porque ese texto no significa el fin de todos mis textos, y algún día voy a tener que escribir el siguiente, que no puede ser igual. No puede ser igual porque sería un plagio, y las ideas copiadas nunca sirven. Necesita ser malo porque no tengo la suficiente entereza como para repetir las marcas consecutivas. Será malo, porque estará comparado con el último, y eso es algo que uno nunca está pensando cuando le salen las cosas bien.

Hoy en día, Federer está a punto de perder el número 1 del mundo, y no porque esté jugando mal (a un nivel objetivo del asunto), sino porque antes jugó demasiado bien. Por contraste, está perdiendo todos los puntos que le significó haber tenido unas temporadas de ensueño, y eso le está matando la psique. Se lo nota nervioso en cancha, tenso, y expectante. Sé que en mi caso las razones son otras, y mucho, kilométricamente distintas, pero la esencia lógica es la misma. Cuando he escrito cosas que me han gustado, cuando he compuesto temas buenos, siempre viene algo horrible después, por las malditas expectativas. En ajedrez, después de derrotar a esos jugadores brillantes y asesinos, que te triplican el rating, ¿qué queda por jugar? Ya tocaste el cielo en flyordie.com, y lo siguiente sólo será una derrota. Díganselo a Massú. Y en el fondo, es un problema tremendo para él haber conseguido esa medalla de oro, o haber sido número 9 del mundo, porque hoy en día todo el mundo lo critica por no seguir siendo el mismo. Si ustedes van y realizan una encuesta popular, hasta antes de ayer, la mayoría de la gente probablemente hubiera sugerido a Paul Capdeville como segundo singlista de la Copa Davis, entre ellos yo. ¿Por qué, si ambos tienen un rating parecido, bordeando el 100 y algo y con resultados similares en lo que va del año? Porque Capdeville nunca había jugado así. Es cierto que no es la tremenda temporada, pero el pasado de Capdeville es mucho más rasca de lo que tiene ahora, "va en ascenso". Ahora vive al borde de los top 100, y disputa torneos de alcurnia, aunque perdiendo. Massú, como todos sabemos, "va en picada".

Además, prefiero escribir este texto luego, el "texto que sigue a uno que me satisface" porque así aumento las posibilidades de lograr encestar de nuevo, de avanzar en esta extraña motivación vocacional que tenemos los redactores de blog con aspiraciones artísticas. También prefiero hacerlo luego para seguir en la racha productiva; para seguir con el ritmo de trotar una vez al día con textos de largo aliento, para los estándares cibernéticos (más de 5000 caracteres, digamos). Ah, y por supuesto, prefiero hacer un texto racional porque los textos racionales, que son como los hijos chicos de los ensayos, tienen muchas menos expectativas de sí mismos y son más fáciles de ser escritos. Los textos que intentan hablar sobre estados emocionales, o se la juegan con visiones sangrientas de la vida, son mucho más desgastantes, y por el mismo intento de su origen, ya son textos mejores que los que no hablan de nada, que vendría siendo este texto, que si no fuera tan consciente de sí mismo hubiera llamado "sobre las expectativas". Porque suelo empezar los textos racionales, los textos categoría B, más livianitos y asequibles, con un "Sobre X". El mismo "Sobre" los delimita en cuanto a un tema en específico, a una idea más o menos sensata que va a ser delimitada y cotejada en el desarrollo semántico a continuación (ejemplo de tal simbología subyace la idea de que "Sobre las conversaciones" es un texto inferior a "The Remains of the Day", ya partiendo por el título).

Y mirando un par de líneas atrás, me llama la atención a un nivel relativamente profundo la noción de por qué Capdeville sería considerado mejor singlista que Massú (ignorando las tremendas victorias del sábado). Esa razón es la perspectiva contextual. Es el trazo de su trayectoria y el posible vector sugerido por esta. Massú es rasca porque "va para abajo", y Capdeville es más confiable porque "va para arriba". Usamos el pasado de ambos para definir que uno es mejor que el otro, cuando se separan en ranking por un par de puestos, o cuando en el presente muestren resultados similares. Y precisamente, este texto, aunque fuera digno, está condenado al fracaso, por cuanto el anterior, digamos, al estar en nivel 3, y este sólo aspirar al nivel 1 o quizás al 2, aunque logre satisfacer al máximo las expectativas que de él se tienen (ser un colchón digno a la espera de algo mejor; algo mejor como podría ser el texto referente a la chica de las zapatillas de lona, o a un texto intermedio -como Querida, Je T'aime- como lo será el que hable sobre los lúsers, cuando los escriba, si es que lo escribo, claro), siempre será evaluado en función del pasado contextual que refleja. Y por lo mismo, me resulta absolutamente esperable que este texto sea considerado de las ligas menores. Un texto sin amor propio, lógico sin mayores aspiraciones, un texto de bajo perfil, un estudiante de ingeniería en algo, de la masa, que no destaca en su curso ni por ser de los más malos, ni de los más buenos, por estar en el carrete sin que le lleguen las mejores mujeres, pero ponceando de vez en cuando a alguna chica de, digamos, kinesiología o pedagogía, una no tan bonita, dejemos las cosas claras, pero rescatable. No fea, normal. A una que le falte un poquito de cintura, o que tenga el pelo medio quemado en las puntas, pero que salve por la sonrisa, o que sea media puta, algo así.

Y quizás, si es que tuviera la opción de crear subtítulos para los textos, podría decir que este es un metanálisis, o jugármela más por la veta chistosa que depara la conciencia de tus límites (del propio escrito; esa incapacidad de trascender tan marcadamente definida; tan flaite, en el fondo, pero elegante, al final). Quizás, si quisiera forzar al máximo las capacidades de este texto, podría seguir hablando de él como si él fuera un estudiante de ingeniería, y posiblemente, no sería difícil hacerlo, terminar la historia confundiendo los límites entre el mini ensayo de bajo perfil y la ficción derivada de una historia advenediza; que es un recurso que no he dejado de utilizar antes (un recurso muy bonito por cuanto impredecible son sus resultados, como en Lombrices, por ejemplo, donde tomas elementos del mismo texto para asegurar sus propias ideas en un final en clave metafórica). Sin embargo, podría arriesgarme a crear un texto demasiado ameno para sus perspectivas, y la verdad de las cosas, es que realmente necesito que este texto sea medio chanta, para que así, mañana, o pasado mañana, o la próxima vez que me ponga a escribir, tenga la sensación de que lo que estoy haciendo no tiene ninguna expectativa de fondo, ninguna valla que superar, y poder relajarme escribiendo en vez de estar tan pendiente de no decepcionarme a mí mismo haciendo una boludez después de algo bonito. Porque lo más horrible que tiene nuestra especie, y que nos caracteriza más encima, es la conciencia. Así que, confinado dentro de mis propias cápsulas, y aunque sienta un poquito de pena por la poca aspiración de este deletro cansino que comienza a desagradarme, me acerco rápidamente a un final sumamente rasca y sumario.

Texto agregado el 13-04-2008, y leído por 173 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-04-2008 Interesante y ameno. Muy bien, me ha parecido tu estilo algo novedoso y fresco, muy fresco. Saludos. Jazzista
 
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