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Inicio / Cuenteros Locales / daicelot / Al final cuando brilla el día

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No sé cómo plasmar esto. Hay una imagen que me precede. Una imagen que quisiera traspasar a líneas. La he visto frente a mí, ya escrita, pero no sé cual es el orden racional de las palabras. No sé que significantes debo usar, los matices que deben ser puestos, para que mi idea, la visión, quede traspasada. No sé cuanto necesito pero creo que puedo lograrlo. Creo que la única forma de lograrlo es intentar. Rozar la incoherencia. Intentar bordear el asunto y empezar por decir, por tosco que suene, de qué se trata. Parte en un campo. Un campo lleno de trigo, amarillo. Es como un cuadro de Van Gogh, con esa viveza, con ese onirismo expresionista, tan puro y sencillo, tan rural. Empieza con este trigal y también pienso en el Missisipi o Mark Twain. No debería decirlo porque la inclusión de esos nombres me hace perder la idea. Sin embargo esos nombres me remiten a esta imagen. Al trigal donde podría haber un Tom Sawyer envejecido recreando con círculos y espirales la carretera. También pienso en una carretera. Larga y atravesando un desierto. Un desierto de Estados Unidos, algo de los sesenta, quizás los cincuenta; con ese tipo de publicidad con dibujos, esas mujeres sonrientes, nuevas amas de casa, el estallido de una nueva economía luego de la depresión, un despertar. Un despertar aletargado, teñido de pasado, con conciencia de ese pasado, o sea, un recuerdo. Un recuerdo de un campo de los cincuenta en algún lugar de Estados Unidos que tiene trigales que evocan a Van Gogh. Una infancia en ese sitio, o una vejez, es prácticamente lo mismo. Si es un viejo, debería ser en la década del sesenta, del siglo diecinueve, poco tiempo después de la guerra civil norteamericana. Un viejo fumando una pipa, al borde de un pantano, aunque esa es otra idea, de seguro, una idea prima, no es la misma idea. Esta otra idea está más llena de otro tipo de fuerza, es una serie de fotogramas de cámaras caseras, las súper 8, típicas. Si se ambienta en Chile debe ser más antiguo, más antiguo todavía, antes de la guerra contra España, o quizás después, no sé en qué punto, quizás en los veinte del siglo veinte, en los tiempos que vivía todavía María Luisa Bombal, la transición entre caballo y auto, con muchos huemules todavía, con yaganes también. Cerca de los yaganes quizás. En el golfo de penas, algo así como una tarde cualquiera del día más feo del año, con un viento tozudo sacudiendo las crines de una yegua, en la patagonia, con guanacos.

Pero esa es otra imagen, quizás un pariente lejano de la primera, de la que quería hablar, pero que no se dejó mostrar. Ya murió en todo caso. Ya no quiero hablar de esa imagen o de ninguna. Ya no quiero hacer nada, porque además el tiempo ha pasado demasiado rápido mientras escribo estas palabras inútiles. Pasa demasiado rápido y me obliga a retomar las frases repitiendo pedazos de la anterior para poder pensar. Pedazos de la anterior que me dejen entender lo que estoy diciendo, para llevarlo hacia algún sentido o final por absurdo que sea, pero que final sea. Un final cualquiera, porque los finales son lo mejor; aunque lo peor, como dijo un tipo, pero no quiero hablar de ese tipo, no debí haberlo incluido, ¿por qué pensé en ese tipo? Odio a ese tipo que no conozco, de seguro de algún país sudamericano y qué importa. No hablaré de él. Del tipo de internet que vi publicando una crítica a un libro que tampoco me importa. Colombiano parece, del libro de Francisca Solar; el bodrio aquel.

No importa, de todas formas, todo lo que diga o lo que piense, o lo que quiera decir cuando pienso en decirlo. No importa, ni es racional, ni comprensible, ni siquiera aceptable. El mundo, que no me interesa, está allí palpándose a medida que se derriten las imágenes de mis ensueños fregados. Porque pasa demasiado rápido el suceder anárquico de mi sumatoria vital, todo esto, y no puedo pensar en el intertanto, y se van muriendo las esperanzas tan rápido, eyaculadas y muertas sin esperanza alguna the famelic dog waiting for a hope, for a place into nothing, a place to die in peace.

Texto agregado el 13-04-2008, y leído por 174 visitantes. (0 votos)


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