11. RECO
Salieron por la puerta principal y allí estaba Reco. Miranda se abalanzó contra él y después de abrazarle un momento se besaron
- ¿No vais demasiado deprisa? - le susurró María a Miranda cuando dejaron de besarse
- Elhené me lo dijo: es el chico de mi vida – contestó, y María se quedó con las palabras en la boca.
Reco decía no recordar nada acerca de su pasado, sólo su nombre. Su memoria solo abarcaba a lo que le había pasado dentro del templo. Sólo dijo que al encontrar a Miranda sintió como su existencia empezaba a cobrar un significado.
Llegó la noche, y hablando no se movieron de la entrada del templo, ni siquiera habían salido por el espejo. Miranda sugirió a María que pasara la noche fuera del espejo y que esperara al día siguiente a que ellos salieran. María no se atrevía a atravesar sola el espejo, así que durmió entre los arbustos, alejada de ellos para dejarles la intimidad que tanto ansiaban.
María estaba observando a Miranda y a Reco desde los arbustos, no se quedó a ver todo el romance, pues su curiosidad no llegaba a tanto. De pronto, detrás de otro arbusto vio a la Montoya agazapada observando fijamente a la pareja con su típica cara de inexpresividad. María que ya no le tenia el respeto de antes se le acercó
-Así que eras tú. ¿Y qué quieres ahota? – preguntó María desafiante. La Montoya se asustó porque no la había visto llegar, y se quedo petrificada
-María, ¡mata a ese chico! – dijo la Montoya con voz nerviosa, ya no parecía un ser insensible y perfecto, ahora parecía un animal acobardado - ¡Te llevaré ante los dos templos si quieres! ¡haré lo que me pidas, pero mátalo!
-No tengo ningún motivo para hacer eso – dijo María, a quien la actitud de la Montoya le había infundido verdadero miedo - Ni siquiera quiero llegar a los templos realmente, tu misma lo dijiste. Además ¿Qué te ha hecho Reco?
-Ese joven... cuando estoy cerca de él… ¡Tiene que tener un gran poder María! Me oprime el alma su presencia, ¡no lo puedo soportar! No puede ser bueno…como un escalofrío caliente que recorre todo mi cuerpo…
-¿Por qué no te alejas de él? – dijo María. La Montoya no había dejado de mirar a ambos en todo el tiempo
-No sé. Es como uno de esos licores, que tan pronto te agrada como te amarga el sabor...no puedo quitarle el ojo de encima y al mismo tiempo ese dolor...Debe haber empleado algún poder hipnótico contra mí, María…
-Tú eres más humana de lo que me pensaba. – dijo riendo María
-¿De qué te ries?
-¡Estás enamorada de el!
-¡Eso es imposible! – dijo enojada la Montoya ¡Yo no tengo sentimientos! ¡Soy un ser perfecto! Por no sentir ni siquiera puedo llorar…No puedo reír…Ni siquiera una sonrisa…
-Entonces ¿qué es lo que te hace quedarte aquí horas y horas mirándole?
-No lo sé...es lo que pretendo averiguar… - dijo la Montoya. Aprovechando que la Montoya estaba sensible María intentó provocarle
-A Miranda y a Reco les va bastante bien...Reco no tiene ojos para nadie más… - dijo María. Y por la cara cada vez más seria de la Montoya, comenzó a resbalar una pequeña lágrima que fue esparciéndose por toda su cara. Cuando la Montoya se percató de que estaba llorando, en lugar de asombrarse rompió a llorar de una manera tan triste que ambas acabaron llorando la una junto a la otra.
Mientras tanto a Reco, sin motivo alguno también le cayeron unas lágrimas mientras besaba a Miranda. María tenía razón, la Montoya no era un monstruo después de todo. María, después de llorar junto a la Montoya accedió a ayudarla, así además no dormiría sola todas las noches.
Llegó la mañana siguiente y Miranda y Reco fueron a buscar a Maria para atravesar el espejo. Maria les recibió con el desayuno preparado. Al desayunar atravesaron el espejo.
-Bien, ¿y hacia donde tendríamos que ir? - dijo María
- Si al menos Regeos nos hubiera dado alguna indicación - dijo Miranda
-¿No sabes hacia dónde queda Heaven? - dijo Maria
-No lo sé del todo cierto, pero una de las canciones que cantan las ancianas decía algo similar a: De las hermosas fuentes de Heavenpolis nacía un hermoso río que retrocedía hasta la tierra de los dioses y que se abría paso incluso entre los árboles imposibles de derrocar
-Debe ser el río Niuska, el rió que pasa por las tribus Jurásikas. Es el único río de estas tierras, al menos eso creo - exclamó Maria
-¿Pero dónde estamos? – preguntó Miranda - ¿hacia que dirección están las tribus Jurasikas?
-Las tribus Jurásikas están bastante cerca de aquí en dirección al norte. – intervino Reco - En un día de camino se podría llegar, y el Niuska viene del Suroeste de las tribus Jurasicas. Si lo seguimos hasta alcanzar su nacimiento puede que demos con Heavenpolis. Creo que ese puede ser un buen punto de partida
-Bien, pues entonces tomaremos rumbo al oeste – dijo María. Ambas estaban asombradas por cómo sabía Reco dónde se encontraba exactamente - Si estamos al sur de las tribus Jurasikas, el río debe nacer al oeste de aquí.
Dos días pasaron ya de camino, y llegaron a un claro. De pronto observaron cómo del camino llegaba una veintena de guerreros liderados por otro que montaba a caballo, cogió desprevenidos a los tres. Reco fue a esconderse por órdenes de Miranda. Era obvio que aquellos guerreros eran bakals, pues eran hombres ya adultos.
- ¡Mira por donde! Dos Nanditas por estos parajes…- dijo el líder sonriendo maliciosamente - Y son nada más y nada menos que la reina Miranda y una de sus sirvientas…
El capitán no conocía la sociedad Nandita bastante bien, pero las Jurásikas eran bastante desconocidas para los bakals. A María se le encendieron los ojos de rabia, tanto que lo primero que hizo fue desenvainar su espada
-¡No soy su sirvienta! ¡Y mucho menos una nandita! ¡Soy la reina de las tribus Jurásikas! - dijo María llena de ira
-Jejeje, ¿te refieres a ese pueblucho de salvajes? Admito a las Nanditas como pueblo, mediocre, pero pueblo al fin y al cabo, pero no acepto que llaméis pueblo a un par de chabolas en mitad del bosque, de donde la gente no puede ni entrar ni salir… - dijo el líder, Maria comenzaba a encenderse. Miranda una vez más quiso frenar la ira de María
-Ni las tribus Jurásikas ni las Nanditas son un pueblo mediocre, somos una cultura formada por dos naciones totalmente libres
-Y yo soy el dios Bakal… - dijo el capitán riendo a carcajadas. María ya no podía sostener tanta rabia y empuñó su espada para atacar, aunque en realidad no sabia como usarla
-No te servirá de nada tu espada reina de los salvajes, nuestras armaduras están hechas de un material resistente al metal de cualquier espada, no puedes hacerle ni un arañazo a esta armadura
-¡No subestimes el poder de mi espada! - dijo Maria
-¡Oh vamos! Pero qué vas a hacer con esa espada vieja y oxidada, se quebrará tan solo de tocarla. – dijo el soldado haciendo gala de su soberbia - Pero no te enfades, jugaremos, te daré un caramelito si ganas, ¿de acuerdo? probemos el daño que hacen nuestras espadas a nuestras armaduras. ¡Empezaré con tu armadura de carne y piel!
Mientras decía esto, el capitan cogió su espada y le hizo un corte profundo a lo largo de su brazo derecho dejándoselo completamente lleno de sangre. En cuanto María se percató de lo que le había hecho lanzó un grito de rabia desde lo más profundo de su interior. Fue tan aterrador que todos aquellos bakals se quedaron inmóviles y Miranda, que nunca había visto tanta ira en los ojos de María, fue corriendo a ocultarse junto a Reco, pues no sabia que es lo que le pasaba. María, al mismo tiempo que lanzaba ese furioso grito, con la mano herida golpeó con su espada al pecho del líder a caballo sin pensar en la resistencia de la armadura. Para sorpresa de todos menos de María que parecía como hipnotizada, serena pero furiosa, la espada de Maria hizo una enorme abolladura en la armadura del líder. El caballero al principio ni se inmutó, pero en cuanto se quiso dar cuenta comenzó a faltarle el aire. La abolladura de la armadura le presionaba con tanta fuerza que le era imposible respirar, y le cogía con tanta presión el pecho que no pudo ni siquiera sacársela. Lo único que podía hacer antes de morir de asfixia, fue ordenarle mediante gestos a sus soldados que atacaran a María.
Los veinte soldados se aproximaban corriendo hacia Maria y ella ni se inmutó. Con su espada se defendió de todas aquellas espadas que le acechaban, y con varios golpes de espada en las manos hizo que los soldados soltaran sus espadas. Entonces María los fue eliminando uno a uno con gran agilidad. Cuando acabó con el último, se acercó al líder, que yacía aún en el suelo intentando recuperar el aire.
- Mátame ya... – dijo él con el poco aire que le quedaba y escupiendo sangre en su intento por hablar
- No. Te mereces una muerte lenta... – dijo María, y mientras decía esto, le hizo una serie de profundos cortes por la cara, que era lo único que tenía al descubierto. El capitán agonizaba de dolor, hasta que revolcándose del sufrimiento en el sitio dejó de moverse y la vida se le escapó de las manos.
Miranda y Reco salieron de su escondite y continuaron su viaje con Maria, que aun conservaba su mirada llena de ira. No hablaron en varias horas de nada en absoluto hasta que María se paró a coger unas hierbas, que cogió en bastante abundancia
- María, no pasaremos por tu pueblo…¿a quién pretendes impresionar por estos parajes? - dijo Miranda
- A nadie - dijo María, que ya había recuperado su habitual mirada – pero quiero guardar unas cuantas, nunca se sabe…
- Es Virgo estrogenaria – explicó Miranda viendo que Reco se había perdido un poco en su conversación - produce increíbles cantidades de estrógenos en el cuerpo. En mi poblado, las mujeres las comemos en las ocasiones especiales como complemento de belleza. Una hoja de esas aumenta cinco veces el tamaño habitual de los pechos durante dos días
- En mi poblado también hacemos lo mismo – dijo María - pero no las quiero usar para eso, las llevaré, por si se nos acabase la comida... ¡esto por lo menos sabemos que es comestible!
Los tres estuvieron riendo un buen rato imaginándose la cómica escena de todos, Reco incluido, con los pechos inflamados a causa del hambre.
Llegó la noche, y María tuvo que irse de nuevo detrás de los matorrales, y allí se encontró con la Montoya,
- Mira lo que he encontrado para ti - dijo María, y le dio las hierbas que había estado cogiendo, pues la Montoya no tenia pechos. Se comió una de ellas. A simple vista no se apreciaban los cambios, pero hasta la tres horas no se verían cambios importantes. María le recogió el pelo y, para que no se le vieran los pechos, le dio una de las túnicas que había conseguido del templo de Bakal. También le dio sus pendientes, sus colgantes y pulseras dorados, y le perfumó con el néctar de unas flores muy olorosas que había por el bosque.
Cuatro horas después la Montoya ya parecía una humana más. María se asomó al matorral y vio a Miranda y Reco durmiendo abrazados. Le dijo a la Montoya que se colocara detrás de los matorrales que había más cerca de él. Ella hizo caso y silenciosamente fue hacia allá. Una vez allí, la Montoya miró fijamente a Reco mientras dormía y éste abrió los ojos. Se levantó con cuidado de no despertar a Miranda y se adentró en los matorrales
¿Quién eres...? - dijo Reco al encontrar a la Montoya
-Soy una...Me llamo Laura - dijo la Montoya
-Eres... - dijo Reco, y la Montoya asintió. En ese momento Reco miró atrás y vio a Miranda que seguía durmiendo - ...Me tengo que ir...lo siento, ya sabes que…
-No importa… - le interrumpió la Montoya y Reco volvió a dormir junto a Miranda. Laura se fue corriendo de alli, María ni siquiera pudo ir tras ella, pero había visto que estaba llorando.
María intentó dormir, pero antes de conciliar el tan deseado sueño, Miranda apareció junto a Reco para continuar el viaje. En todo el camino, Maria iba callada y caminaba como si le pesara todo el cuerpo, pero Miranda y Reco no se dieron cuenta hasta mediodía a la hora de comer
-¿Qué te pasa? – preguntó Miranda
-No he dormido bien esta noche - dijo María mirando a Reco, y Miranda comenzó a reír y sugirió parar un momento después de comer para que Maria descansara un poco.
Llegó otra noche y Maria estaba de nuevo observando entre los arbustos a Reco y Miranda. De pronto notó una presencia detrás de ella y supuso que era Laura. Cuando se giró al que vio fue a Dean
-¡Dean! ¡Cuánto tiempo! ¿Has visto al novio de Miranda? - dijo Maria señalándolos a ambos
-Vaya, parecen felices ¿no? - dijo Dean
-¿Pero qué estas diciendo? Míralos, es todo muy… no sé…extraño - dijo riendo María, y ambos se quedaron un rato observando a la pareja
-Miranda, quiero que sepas..., que te quiero mas que a nadie… - dijo Reco
-Reco, me encantas - dijo Miranda – Espera…quiero darte algo…es un colgante hecho por los dioses. Tiene un poema escrito en él, me lo dio un buen amigo así que quiero que sepas que para mi es muy importante - dijo Miranda, y le dio a Reco el colgante que Dean le había regalado
-¡Dean! ¿Has visto eso? ¡Le ha dado tu colgante! - dijo Maria, pero Dean ya no estaba. Esa noche Laura no volvió a aparecer por alli.
A la mañana siguiente pudieron continuar con su viaje. Caminaron durante varios días hasta llegar a un camino empedrado en mármol, ya cubierto por la maleza ya por el barro. Cuando comenzaron a recorrerlo comprobaron que no era más que una señal de que Heavenpolis no quedaba ya muy lejos, pero tampoco muy cerca, así que pasaron la noche en ese camino. Miranda se fue a dar una vuelta sola para relajarse, no podía dormir. En un sitio despejado se sentó a tomar el fresco y ver la Luna brillante en el cielo. Dean y Laura no habían aparecido desde la última vez. Miranda estaba allí sentada, y oyó un ruido de alguien que se aproximaba.
- Reco, vuelve a dormir... - dijo Miranda, los pasos se pararon como pensativos, y al rato continuaron - ¿Reco...?
Cuando Miranda pudo reconocer la silueta de quien se acercaba fue corriendo a abrazarle
-¡Dean! - dijo Miranda - ¡Ven! Te presentaré a Reco, aunque ahora estará durmiendo. Si hubieras venido de día...bueno da igual ¡ven! - dijo Miranda
-No hace falta, ya lo vi el otro día - dijo serio Dean, y Miranda se acordó del colgante y una mala sensación la invadió por dentro. Hubo un largo silencio
-Perdóname...yo...le di tu colgante a Reco...pero estamos muy enamorados y si lo tiene él...para mi es como si lo tuviera yo misma...
-Precisamente de eso quería hablarte...
-Ya te he dicho que lo siento…se lo pediría pero…¡no importa! ¡Le voy a decir que me lo devuelva! - dijo Miranda y Dean soltó una leve risa
-¡Del colgante no! Yo te lo di y puedes hacer con él lo que quieras Miranda
-¿Entonces...? ¿de Reco? - dijo extrañada Miranda
-Miranda, yo sé que tú amas con toda tu alma a Reco, y por eso no quiero que esto interfiera para nada ni en Reco ni en ti - dijo Dean
-Vale... - dijo Miranda aún sin saber de qué iba la cosa
-Te quiero - dijo Dean. Sólo esas dos palabras bastaron para dejar a Miranda petrificada. Nunca había pensado en Dean como un chico, siempre lo vio como un amigo más, sin pensar en que en realidad era otro hombre. Miranda estaba atónita
-Veras...Dean...yo...
-¡no! ¡No hace falta que respondas! No era una pregunta. Tómatelo como lo que es, un secreto que te he contado y nada más, ahora será mejor que vuelvas, Reco te está esperando... - dijo Dean y Cuando Miranda hizo un leve movimiento de cabeza, él ya no estaba a su lado. Miranda volvió al camino, pero Reco no estaba y el colgante que le había dado Miranda estaba en su lugar.
Mientras Miranda estaba con Dean, Maria estaba durmiendo, pues ya se había cansado de mirar entre los arbustos. De pronto se aproximó Laura, con los ojos aun llorosos después de tantos días y se aproximó a Maria. Con el tiempo, y se ve que del sufrimiento, Laura había cambiado mucho. Ahora era completamente humana, al menos físicamente, pues sus músculos habían perdido volumen y se habían transformado en femeninas curvas
-¡Maria! Mira - dijo Laura mostrándole sus pechos
-¿Qué pasa? - dijo Maria
-¡No me tomé las hojas que me diste desde la primera vez!
-Tendrían que haber vuelto a su tamaño. A las Montoyas os debe afectar de distinta manera… ¡pero eso es genial!
-Ya pero... - dijo Laura y se echó a llorar
-Tranquila...todo irá bien...nada malo te puede pasar porque yo siempre te ayudaré ¿vale? – dijo Maria abrazándola - ¡mira! ¡Reco está solo! Este es el momento
Ambas se miraron con decisión, y Laura con ojos llorosos se acercó a Reco. Reco otra vez se despertó misteriosamente, y vio de nuevo a Laura
-Otra vez ese sueño... - susurró Reco adormilado. Laura estaba quieta, inmóvil por todos los sentimientos que sentía hacia Reco, y ni se inmutaba. Era como una estatua, su cuerpo no - Esto es un sueño...no puedo estar enamorado de un sueño... - siguió pensando en voz alta. Laura comenzó a caminar hacia atrás alejándose - ¡Espera! ¡Vuelve! Dime donde puedo encontrarte en la vida real...
Laura despareció en los arbustos. Reco se levantó, dejó su colgante y fue tras Laura, pero tras los arbustos Laura no estaba. Estuvo buscándola un tiempo y cuando volvió al camino Miranda ya había vuelto y Reco se acostó un poco más lejos de ella de lo normal.
Llegó el día siguiente y Miranda y Reco no hablaron en toda la mañana. Fue Maria la que rompió el silencio durante el desayuno
-¿Habéis tenido buenos sueños? – dijo dirigiéndose a Reco
-Eh...sí...supongo. Ya no recuerdo qué he soñado
-¿Y tú? – le preguntó ahora a Miranda - ¿Has pasado buena noche?
-¿Eh? ¡Ah sí! Sí, he dormido muy bien - dijo Miranda
-¡Pues vamos! - dijo animada María.
Andando se les hizo de noche siguiendo el resplandeciente camino de mármol, hasta que pudieron oír un murmullo de agua algo lejano, y allí mismo pararon pensando que de nada serviría llegar de noche a Heavenpolis, pues era una noche cerrada y no se veía absolutamente nada.
Miranda fue de nuevo a pasear y paró bajo un árbol. Por su parte Reco fue a buscar a María para decirle que si quería, esa noche la podía pasar allí ya que Miranda se había ido a dar una vuelta. Esa noche Laura no apareció, pero Dean sí. Estaba observando en silencio a Miranda a escondidas, pero Miranda oyó sus pasos
-¿Dean? ¿Estas ahí? – preguntó Miranda, y de pronto salió Dean con una sonrisa tratando de ocultar su vergüenza - Dean... no puedes seguir así...olvídate de mi. ¡Lo que sientes por mí no es amor!
-¿No es amor que cuando tú te acercas a mi, una fuerte sensación en el pecho me invada el cuerpo como si cayera de lo alto de un precipicio? ¿No es amor que no te pueda sacar en ningún momento de mi cabeza? ¿No es amor que no pueda mirar a nadie más porque me recuerda a ti? ¿No es amor que cada libro que leo, cada canción que escucho, cada historia que me cuentan... solo me recuerda a ti? ¿No es amor que se me parta el alma cuando te veo junto a él? ¿No es amor verte feliz y decir: Ya puedo morir que ya he visto todo lo que mi alma deseaba ver...? - Miranda se quedó unos momentos atónita por lo bellas que eran aquellas palabras que acababan de salir de él
-No, eso no es amor. ¡Lo que tu sientes son los efectos de mi libro del destino! ¡Todo esto es sólo por eso! Lo he estado pensando, y es lo que nos advirtieron. Debería estar seguramente en mi Libro del Destino que el amor de mi vida era Reco. Además, Elhené me lo dijo: iba a conocer el amor en ese tiempo, ¡esta claro que ya han pasado 42 dias para que fueses tu ese amor! eso que sientes por mi... es artificial. Así que será mejor que te olvides de mí... - dijo Miranda, y cuando alzó la vista, Dean había desaparecido.
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