Mi tío Esteban estaba de visita en la casa de un amigo suyo. Ambos eran dedicados a la caza y los dos platicaban sentados en el porche, eran casi las cinco de la tarde cuando de repente su amigo le dice: “Dentro de media hora, vas a ver algo extraño e increíble...algo que seguramente no has visto nunca. Todas las tardes a eso de las cinco y media, una gran mariposa amarilla viene a jugar con mi perro perdiguero. Y esto ya va para tres semanas.”
En efecto, a la media hora una gran mariposa amarilla empezó a revoletear por el prado. Acto seguido, Rin, el perro, salió de un salto a recibirla. La mariposa se posó entonces en el césped y Rin se plantó a poca distancia de ella, con una de las patitas levantada como hacen los perros de su raza para señalar la perdiz.
Alzó el vuelo la mariposa y Rin se lanzó tras ella, tal como un chico corre tras otro cuando están jugueteando. Y así, en carreras y saltos, ataques y quites, dieron varias vueltas al jardín. A veces la mariposa descendía en veloz picada e iba a posarse en el mismo lomo de Rin.
“Todos los días es lo mismo”, dijo el dueño del perro. “A veces está conmigo a esa hora y corre al jardín a esperar a su amiga”.
Un animal cuadrúpedo, mamífero y carnívoro, se entiende con un insecto volador que antes había sido una oruga. No solamente se entendía sino que también eran amigos y jugueteaban.
El hombre, aún cuando se hable en un idioma universal y sea de la misma especie y existan organismos internacionales como “Naciones Unidas”, nunca y jamás se entenderá con su prójimo, mucho menos podrán jugar...
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