AVENTURAS Y DESVENTURAS DE LA BABOSA
MILAGRITOS
LA FIESTA Y LA MIEL
Como ya contamos el otro día, se hizo una fiesta fenomenal en el Jardín de Milagritos el día que las condecoraron a ella y a la Hormiga Cabezagrande por aquel acto de solidaridad que habían tenido con la Oruga Doña Pelitos. ¡Bueno, bueno como se pusieron de guapas!. La babosa Milagritos se puso ¡una pamela! Tan grande que casi no se la veía y cuando llegó el momento de prenderle la medalla, el Alcalde que era un Mirlo un poco viejo, la colocó en lo primero que encontró más a mano y que era el ala del sombrero. Pero lo grave fue lo que pasó después. Fijaros si fue importante que la historia se estuvo comentando todo el mes en el jardín y se acabaron todas la ediciones de la Revista "Dimes y Diretes".
Resulta que Milagritos, como quería parecer muy elegante, se quiso calzar sus zapatos de tacón de aguja que, dicho sea en honor a la verdad, no le quedaban demasiado bien porque estaba un poco gorda y andaba un poco patizamba. El caso es que a pesar de que su marido el caracol Tadeo cuando la vio le dijo:
-Milagritos, con esos tacones te vas a pegar un morrón y vamos a tener que llamar al Samur para que te lleve en una ambulancia al Hospital.
Milagritos que siempre le gustaba hacer su santa voluntad, no le hizo caso a Tadeo y cuando daba la vuelta, después de ser condecorada, entre que con las alas de la pamela apenas veía y los tacones que parecían unos zancos no le dejaban andar; al ir a sentarse en su silla, no calculó bien la distancia del escalón de la tarima y allá se fue toda ella enterita a besar el suelo. La pamela salió rodando por un lado, la medalla la tuvieron que buscar entre todos y, al final, la encontró la abubilla Felicitas, en la rama de un cerezo colgando entre los frutos como una cereza más. Los zapatos de tacón quedaron hechos un desastre; un tacón roto y el otro clavado en la tierra que no había quien lo sacara. Cabezagrande, que quiso ayudar a su amiga, como era la segunda para recibir la condecoración, no se sabe muy bien por qué, en el tumulto todo el mundo se creyó que ya se la habían entregado y la pobre hormiga, se quedó sin ella, por lo que le dio una pataleta y le entró una llantina de padre y muy señor mío.
Pero ahí no acabó todo. Las abejas que habían colocado su colmena en lo alto del peral, aquel año tenían excedentes de miel y pensaron que sería una buena ayuda regalar unos cuantos tarritos a los asistentes a la fiesta. Así que, ayudadas por los zánganos que son los que hacen el trabajo duro, reunieron un montón de capullitos de la flor diente de león y los llenaron de miel colocándolos encima de una gran mesa que instalaron con la hoja de un nenúfar. Pero, Milagritos no tenía el día de cara, no, porque con los traspiés que dio antes de dar con su cuerpecito en el suelo, para intentar no caerse, se agarró al nenúfar con tan mala fortuna que todos los tarritos saltaron por los aires pringando de miel al conjunto de los asistentes.
¡La que se organizó! Todos chillaban, se quitaban la miel de un lado para ponérsela en otro y a los que habían alquilado el traje de ceremonia les dio un patatús cuando vieron sus ropas cubiertas por aquella materia pegajosa. Gracias a que el caracol Tadeo que era muy dispuesto para todas las emergencias, al ver el desaguisado, llamó enseguida al presidente de la Comunidad para pedirle que abriera la piscina y pudieran bañarse y desprenderse un poco de la miel y todos lo hicieron así menos el Señor Alcalde, el Mirlo Don Amarilis, que por cierto no pertenecía al Jardín de Milagritos sino al de uno que estaba en la casa de al lado porque ellos todavía no habían elegido al suyo; fue el único que se marchó enfadadísimo y sin querer bañarse.
La lagartija Trapisondas hizo un editorial explicando que el Alcalde estuvo una semana en cama limpiándose las plumas con vaselina y colonia de violetas hasta que quedó medianamente decente y pudo volver a salir a la calle.. Pero todo este lío, tuvo un buen final y es que sirvió para que en el Jardín de Milagritos, adelantaran las elecciones y todos los hombres presentaran sus candidaturas para ser el mejor alcalde. Esta historia la explicaremos en otra ocasión, cuando suceda el evento.
En fin, que aquel día, los únicos que salieron ganando fueron la Urraca Pica-Pica que se llevó un montón de perlas de tantos collares como se rompieron y el topillo Pitymy que se las compró a bajo precio y las guardó esperando una buena ocasión para revender. Pero no le salió el negocio tan bien como esperaba, no. Ya os lo explicaremos otro día que el jardín de Milagritos tiene cuerda para rato... Ahora vamos a observar como las hormigas trabajadoras ponen orden en el jardín para que todos puedan descansar por la noche. ¡Hasta pronto!
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