Después de diez años viviendo en los Estados Unidos el negro Norberto volvió al Docke a laburar a la ferretería del viejo.
Un día en el horario en que cerraba el local aprovecho y paso a buscar al pelado para que lo acompañe a comprar unos jeans a la feria de La Salada.
Hijo de caboverdianos, su sangre afro hacia del negro un personaje singular con ritmo al andar e indumentaria estilo universidad yanqui.
Llegaron a la feria, que más que una feria parecía el Imperio de los “Mercaderes de la Truchada”.
Ni bien entraron, vieron la típica mesita con tres vasitos de aluminio boca abajo, que esconde dentro de uno de los tres una bolita que el jugador mezcla a toda velocidad incitando a los observadores a que apuesten en cual e ellos quedo . Se sabe que entre él publico no hay menos de dos personas que trabajan con el tipo, apostando cuando ven algún incauto e ingenuo transeúnte que se detiene con intenciones de apostar, el infiltrado se adelanta y ganan dejando calentita a la ocasional victima que no duda apostar en la próxima rueda, eso sí duplicando el valor de la apuesta.
El pelado ignoró al juego y siguió caminando, pero noto que el negro freno en la mesita. El pela volvió y le comento:
-Estos son unos truchos...
-Si, son muy rápidos. En New Jersey conocí unos locos que me pasaron el dato de cómo es la movida men, dijo el negro con su voz ronca.
-¿te parece loco?, mira que estos chabones te duermen al toque, a parte vos decís rápidos, yo te digo truchos. Me podes hablar del Harlen o del Bronx, pero esto es La Salada, acá se encuentra el “Seleccionado Latinoamericano de Truchos y Malandras”.
-¡Men, la tengo clara!, yo sé lo que te digo, fijate.
Se arrimo para apostar y lógicamente alguien se le adelanto.
-¡Deja negro, vamos!, insistió el pelado.
El negro no le dio bola y ya discutía por haber adivinado la primera apuesta a la cual se le habían adelantado.
-¡Dale boludo!, ¡te dejan adivinar la primera sin apostar y cuando apostas te abrochan!, le comento el Pelado por lo bajo. El negro se dio vuelta, lo miro sonriente, le guiño un ojo al amigo y le dijo:
-¡Ya esta, lo tengo, los puse nerviosos! Ahora mira. El Pelado empezó a observar. El amigo que había faltado por diez años del país, parecía haber aprendido algunos trucos. -Parece que el negro pasó de ser victima a victimario, pensó - ¡y claro!, nació y se crió en el Docke, viajo a New Jersey y conoció los barrios bajos y latinos de los Estados Unidos.
-¡Hey men, ahora me toca a mí!, le comento al morocho aindiado con acento provinciano que comenzó a girar los vasitos a una velocidad impresionante al grito de:
-¡Dónde essta la bolita!, ¡Dónde essta la bolita por cincuenta!
El morocho revoleaba los vasitos y el negro los ojos tratando de no perder ni un solo instante de vista la maniobra. Cuando el crupier trucho de la destartalada mesita de madera freno los vasitos, el negro con una sonrisa de dientes blancos típica de los ganadores, disparo su mano rápida como un rayo para que esta vez no se le adelante nadie. Igualmente un flaco de pocos dientes alcanzo a señalar casi al mismo tiempo. El Pelado que también había seguido los vasitos no coincidió con el amigo pero pensó en los locos que le habían pasado el dato al negro y se dijo:
-Tal vez ahí este el truco, donde yo creo que esta la bolita, no esta.
Fueron segundos eternos hasta que descubrieron la bolita.
El Negro ya había señalado el vasito pero el morocho le exigía mostrándose nervioso cual perdedor que antes debía poner el dinero en la mesa.
-¡Dale men!
-Si no pone el dinero en la mesa, la apuesta es para el señor, dijo señalando al flaco desdentado que ya tenía la plata en la mano. Norberto metió la mano en el bolsillo y saco trescientos pesos, tomo cincuenta y los deposito en la mesa.
El Pelado transpiraba, el Negro estaba atento pero confiado.
Una vez con la plata en la mano el morocho descubrió los vasitos y la bolita no estaba ni en el que eligió el Negro ni en el que había pensado el Pelado. Inmediatamente el tipo empezó a mezclar nuevamente.
-¡Dónde essta la bolita!, ¡dónde essta la bolita por cien! Norberto desencajado se apresuro a elegir.
-¡Para negro vamosnos que acá te despluman!
-¡No men!, ¡tengo que recupera la guita! Segundo desacierto de Norber y tercera mezcla del morocho.
-¡Vamos, vamos por ciento cincuenta pesos donde esta la bolita!
-¡No negro frena!... Ya era tarde, había apostado lo último que le quedaba y obviamente perdió.
Después de un revuelo en el cual el Negro quería trompearse con todos, un policía se acerco para despejar la zona.
Un largo silencio acompaño a los amigos hasta el auto. El Pelado noto como al Negro se le llenaban los ojos de lágrimas por la impotencia y la bronca mientras manejaba de regreso. El Pelado pensó:
-En momentos así lo mejor es el silencio. ¿Qué le puedo decir?, todo lo que le diga es al pedo. De nada sirve ya con el resultado puesto decirle que yo le advertí. Lo mejor es respetar este momento callado hasta que se le pase.
Después de esta triste reflexión estallo:
-¡JAAA JA JA JA JA JAAAA! ¡QUE PELOTUDO! ¡NEGRO JA JA JAAA, NO PODES COMPETIR EN LA SALADA POR MAS QUE HAYAS HECHO UN MASTER EN ESTADOS UNIDOS, EN MATERIA DE TRUCHADAS LOS ARGENTINOS SOMOS CAMPEONES DEL MUNDO, JA JA JAAA!
El negro paso de la bronca a la carcajada.
-¡Men no te puedo creer perdí trescientos mangos! ¡Cómo le explico a mi mujer que aposté todo jugando a la bolita escondida JA JA JAAA! ¡Si encuentro a los negros que me pasaron el dato los tengo que matar ja ja!
En frío analizaron toda la secuencia, desde los nervios fingidos del jugador como si hubiera perdido la apuesta exigiéndole al Negro que pagara antes de descubrir la bolita, hasta como el tipo vio la cantidad de plata que traía Norber como para sumar en tres apuestas consecutivas no dejando enfriar a la victima, (en las cuales ya no intervinieron los infiltrados), el total del dinero a desplumar.
Los muchachos volvieron al Docke, el Negro le pidió trescientos prestados al hermano volvieron a la feria pero solo a comprar, nada de apuestas. La lección fue aprendida, no se puede contra los mejores.
Cuando llegaron, la mesita y el jugador habían desaparecido, ya se había hecho el día. Al caminar notaron que la gente los miraba sonriendo como quien reconoce a un par de papanatas.
La reflexión final de los amigos es que los ilusionistas jamás develan sus trucos y menos si hay plata en juego. Que el pacto silencioso de sus trampas se mantiene más allá de las fronteras. Lógicamente los jugadores de Nueva Jersey no iban a develar el secreto de sus colegas del sur, algo que el Pelado sospecho desde el inicio pero que el Negro nunca escucho.
Atención siempre que haya pichones, perejiles o panchos por el mundo, va a existir esta raza que es un subgénero de los “Mercaderes de la Truchada”, son los “Ilusionistas de la Truchada”.
Y la pregunta final, ¿dónde estaba la bolita? Seguramente siempre en la mano del jugador que con destreza y rapidez ubicarla en el vasito que uno nunca elige.
La naturaleza es sabia, no existe el predador si no tiene una presa. En Bangladesh, Nueva Jersey, La Salada o la Triple Frontera, en Once, Retiro o Constitución mejor no andar apostando con jugadores callejeros.
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