Desde el principio de los tiempos, mercaderes de dudosa moral recorrían poblados vendiendo baratijas y chucherias a los incautos. Generalmente portadores de una labia verborragica importante, simpáticos y dueños de mas de mil tretas para vender una porquería cual si fuera un tesoro. Ya los primeros colonos embaucaban a los aborígenes cambiándole espejos por oro, hoy en cambio les quitan sus tierras a cambio de nada. Misma historia distintas épocas.
Timadores, estafadores, falsificadores y gobernantes son algunos de los especimenes de esta raza que lejos de estar en extinción viven de la cacería de pichones y en mayor o menor medida todos somos pichones en potencia.
Cambian los tiempos y en algunos casos hasta los métodos. Nos basta con ver productos que ofrecen soluciones mágicas incitando al televidente a que: ¡llame ya!, calidad garantizada o le devolvemos su dinero. ¡Minga te van a devolver! Imaginemos un reclamo:
-Buenas, llamo para que me devuelvan el dinero del Pelapapatronix 2000, a la primer papa que quise pelar exploto.
-Se lo devolveríamos con todo gusto pero ya lo dice el aviso mi amigo.
-Si dice: le devolvemos su dinero.
-Su dinero no se lo podemos devolver porque es suyo, lo tiene usted.
-¡No se haga el vivo, el dinero que pague por el Pelapapatronix 2000!
-¡Ahhhh! no, ese ya es nuestro y nosotros devolvemos “su” dinero, no “nuestro” dinero, aparte una de las tantas funciones que tiene el aparato es explotar. Gracias por llamar.
Más románticos en la antigüedad, más burdos hoy, los cultores de la truchada en muchos casos estafan mas por gusto que por obtener una buena ganancia, como por ejemplo el caso del que vendía camisas que presentadas en la caja, solo se les veía los puños, el cuello y parte del pecho como a cualquier camisa que se muestra doblada. Al sacarla uno se encontraba con las partes que solo se dejaban ver al frente de la caja, o sea puños y cuello sueltos con un trozo de tela del mismo color de fondo completaban el pecho, es decir que por poco mas te ofrecían una camisa completa por una diferencia económica mínima. Creo que armar la presentación era tan o más difícil que completar la prenda entera.
Al margen de ventas televisivas, los mercaderes siguen su marcha nómade por los poblados y acordes a los tiempos que corren y la información, uno cree estar prevenido pero no mis queridos amigos, la truchada le cave a cualquiera. Paso a contar la experiencia del Pelado, un tipo que creció en la calle y creía que estas cosas le pasaban a los giles.
Eran aproximadamente las cinco de la tarde y bien daba la ocasión para una siesta después de una jornada de laburo. Ya entrado en un sueño profundo, alguien golpea la puerta de su habitación.
-¿qué pasa?- respondió semidormido.
-soy yo tío- contesto Nico, su sobrino.
-Entra, ¿qué queres?
-hay un chabon en la calle que vende una cámara de fotos profesional, creo que es una Canon ¡a cincuenta pesos!
-¿estas seguro?
Ese es el preciso instante de debilidad en que uno se siente astuto pero la realidad indica lo proporcionalmente inverso.
-¡toma la guita y comprala!
Listo, ponele mostaza y ya tenes un súper pancho servido. Segundos después mientras trataba de despabilarse de la siesta y haberle dado el dinero al pibe, caía en la cuenta que estaba comprando sin ver el producto y dejando la operación en manos de un chico.
-¡que boluuudo!- pensó. -Bue..., ya fue. En una de esas la cámara esta buena-, trato de no perder la esperanza.
Pasados unos diez minutos volvió el sobrino con un estuche.
-¡la vi, esta buena, es como las que usan los fotógrafos profesionales!
Lo abrió y dentro estaba la maquina. Como si fuera un experto en el tema tanteo el peso como si esto fuera garantía de autenticidad.
-si es pesada a da ser buena-, trato de autoconvenserce sospechando internamente que lo habían estafado.
Trato de reconciliar la siesta con la esperanza de despertarse y reír por un mal sueño. Se volvió a dormir pero al rato lo despertó su hermano mayor, que vino a verificar el gran negocio que hicieron su hermano y el hijo.
-A ver la cámara Pela.
Tomo el estuche, la sacó y se la enseño en silencio. La sentencia del hermano fue rotunda.
-Te cagaron Pelado.
Una evaluación más profunda desarmando el aparato, mostró una base de plomo a fin de darle el peso e importancia, condición esencial para el básico y nada real criterio de peso igual calidad. El zoom producía un ruido rustico parecido al de una matraca de cotillón, que nada tiene que ver con los sonidos sutiles de una maquina profesional. El logotipo de Canon era un calco que al rascarlo se despegaba, 100x100% trucha. El Pelado nunca probo si por lo menos funcionaba, temía que las fotos que sacara la maquina también fueran truchas, con paisajes artificiales y actores desocupados ni parecidos a los que originalmente se fotografiaron, una burda copia de personas y paisajes originalmente fotografiados. Solo la dejo fuera del estuche arriba de un mueble. No como adorno, sino como recordatorio del día que lo embocaron.
Puede que el Pelado haya dormido la siesta, puede que le hicieran el cuento del tío, pero a no fiarse que como ya dije le cave a cualquiera.
Esas cosas a mi no me pasan, dirá el lector. Ojo, el Pelado pensaba lo mismo. Los mercaderes de la truchada andan con su bolso a cuestas lleno de espejos de colores o billetes falsos recorriendo los poblados.
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