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Era un domingo a la noche y el lunes caía feriado. Después de un viernes y un sábado de caravana la mayoría de los muchachos pararon a descansar el domingo como reza la Biblia o la resaca. Germán y el Pelado no, siguieron la conga de corrido. Como siempre se juntaron a la tarde en el Maxikiosco de las “Tertulias Etílicas” a tomar unas cervezas hasta que oscureció. La noche estaba linda e invitaba a seguir así que los amigos decidieron rumbear para otros pagos, Lanus era una buena opción. Antes de partir Germán se le acerco a la gordita que atendía el kiosco, le acaricio el pelo y le susurro algo al oído y esta se sonrojó y muy risueña metió la mano al bolsillo y peló cincuenta mangos que se los ofreció. Listo, en una jugada magistral había conseguido algo de guita para seguir chupando, lo que se dice un verdadero jugador de toda la cancha.
Mientras el Pelado le festejaba el logro, arrancaron en el jeep de Germán. En pocos minutos llegaron a una pizzería que frecuentaban de vez en cundo. La misma lindaba con una whiskería que pertenecía a los mismos dueños. Se sentaron y pizza mediante empezaron a tomar unas birras. Entre charlas y risotadas seguían corriendo las cervezas causando efectos opuestos en los dos muchachos. A Germán le pego por peinarse su largo y lacio pelo rubio con un enorme peine de colores digno del Payaso Firulete, que lo acompañaba siempre, y hablar a los gritos intercalando puteadas con risas. El Pelado frotaba su bocha y su rostro, refregando sus ojos y nariz para despabilarse mezclando risas y bostezos. Uno era la exaltación y el otro la tranquilidad.
Por las doce de la noche algunos parroquianos se habían acercado a la meza de los muchachos en ese mágico momento en que la bebida cosecha íntimos amigos que se conocen hace diez minutos.
Al cerrar la pizzería los dueños invitaron a los amigos a seguir en la whiskería, un Pub nocturno estilo ingles de concurrentes elegantes acordes al lugar, contrastando con la pinta de los muchachos. Parecía que volvían de la playa. Remeras hojotas y bermudas de colores desentonaban con estilo británico del lugar.
La mezcla de bebidas potencio los perfiles de cada uno, el Pelado parecía Gandi y Germán Bin Laden. Discutía por cualquier tema y con todo el mundo. Al momento de pagar los whiskys la discusión llego a su punto máximo. Germán exponía sus delirantes argumentos gritando:
-¡Yo tengo un amigo que en Paraguay esta misma marca paga la botella mucho menos de lo que vos me queres cobrar la medida!, le decía al mozo. Tanto defendió su disparatado argumento que para no aguantarlo mas la casa opto por cobrarles una suma insignificante. Al salir le comento al Pelado:
-Viste que yo tenía razón, dijo con la tozudez de un borrachín.
-¿De que?, contesto el Pelado con la distracción de otro borrachín.
Cuando subieron al jeep para volver, Germán noto que tanto atrás como delante de su vehículo le habían estacionado autos pegados haciendo difícil la salida. Puso marcha atrás y aceleró a fondo y luego lo mismo hacia delante. De otro Pub salieron un par de gigantes en chomba, jeans y mocasines, típica indumentaria ruggbier.
-¡¿Que haces querido?!Queres que te arranque la cabeza? grito en un tono grave y gangoso típicamente concheto una de las moles.
-¡A quien le decís papanatas!, contesto ronco el pelilargo en un lunfardo mas tangero. Cabe aclarar que el rubio se crió en clubes de barrio y paraba con veteranos timberos de chamullo arrabalero.- ¡veni para la esquina!, invito a los ursos mientras avanzaba con el jeep.
-¡Haaa bueeeno, parece que los chicos tienen ganas de morir!
-¡cagamos!, pensó el pelado, -estamos en el horno... ¡Germán afloja, vamos para casa, ya fue!, trato de persuadirlo pero la decisión ya estaba tomada y no iba a retroceder ni medio centímetro. Si bien no era un tipo de pelearse cuando tomaba algún trago se envalentonaba y se ponía bastante temperamental. Llegaron a la esquina antes que los dos búfalos y desde arriba del jeep Germán gritaba:
-¡Veni que te cago a trompadas cara de pelotudo y la renegrida con...! En cuestión de insultos nadie como él. Al trote se acercaron las dos moles y uno de ellos dijo:
-¡Bajen muchachos a ver si son tan malos!
Germán totalmente sonrojado y caliente, los miro fijamente con ojos de asesino y soltó el peor de los insultos:
-¡Anda, gil de lechería! Acelero y salió arando. La calentura de Germán era evidente. Durante un largo trayecto se produjo un silencio entre los amigos hasta que el Pelado estallo en una carcajada que los hizo reír hasta las lagrimas.
Creo que los dos gigantes se quedaron más acalorados que si los hubieran molido a piñas.
Sin poder hablar por la tentación de risa el Pelado trataba de analizar lo ridículo de la situación. A punto de matarte a trompazos nadie te puede gritar semejante boludes. Imaginaron la bronca de los grandotes con sus automóviles chocados, su carrera al trote hasta la esquina y su sed de aplacar su calentura despedazando a los muchachos y encima ligarse un insulto tan ridículo.
En épocas violentas donde los insultos son moneda corriente y las puteadas se instalaron hasta en la televisión, sería bueno desconcertar de vez en cuando con un demodé ingenuo, romántico y tanguero “gil de lechería”.

Texto agregado el 12-04-2008, y leído por 619 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-07-2009 No solo ameno... brillante! ergo (5*) ergozsoft
12-04-2008 ***** miradorlontano
 
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