El tipo siempre había esperado este momento: su mejor momento.
Había llegado! Al fin: se lo merecía!
Toda una vida de desengaños, traiciones, penas, sufrimientos.
Hoy, en cambio, podía decir con total seguridad, que se sentía feliz.
Y como nunca había perdido la fe, ya tenía su "ritual" preparado para festejarlo... y puso manos a la obra.
Preparó esa cena, LA cena... ese plato tan elaborado, tan caro, tan prohibitivo. Pero, qué va! Si este no era el momento, cuál lo sería?
Puso sobre la mesa esa botella de vino, ésa, la "carísima", la que tenía reservada para una ocasión especial.
Colocó los dos platos, acomodó las sillas, encendió las velas, retiró la comida del horno, la colocó en una fuente, y humeante, la llevó a la mesa.
Controló que todo estuviera en orden: las luces bajas, la música tenue y relajante: todo irradiaba paz.
Sólo faltaba un detalle.
Pero, lógicamente, no dependía de él!
Se sentó, pues a esperar.
Ya era casi la hora, y su nerviosismo iba en aumento.
Por eso decidió abrir un vino, pero otro. Uno de caja, un "tetra", de esos que solía beber en sus malos momentos, cuando estaba deprimido.
Y sonrió.
Porque esta vez era diferente: en esta ocasión sólo intentaba calmar su ansiedad, pero su momento de gloria había llegado!
Nunca disfrutó saboreando un vino tan barato como esa noche.
Por lo menos, eso reflejaba su sonrisa, tal cual lo dejó asentado el forense durante la autopsia... |