hablo del dolor ciego ese que es tan tuyo y mío el que quema que retuerce las entrañas cuando el pecho se parte en dos hablo del dolor ciego tan inherente a nuestros mínimos gestos tan arraigado en nuestra comunicación. hablo del dolor ciego y es redondo como un agujero negro allí donde la luz se tuerce hablo del dolor ciego que me estalla cuando vienes, cuando te vas, cuando permaneces y no estás. (Para Eride: cuatro manos)
Texto agregado el 11-04-2008, y leído por 490 visitantes. (26 votos)