Largo trecho recorre el pan
del hueco en la frente.
Acecha con su daga
y los avatares del porvenir
erizan los pelos.
Hay unas ganas
de acerlerar el avance.
Las mordidas del recuerdo
inmovilizan los pies descalzos.
Hay un nudo en la garganta
unos callos en las manos atadas
y una lluvia en el pecho
inundando la sesera.
El tiempo metido en los huesos
retuerce el cuello
arrincona la voz en las venas.
El cadalso frente a las narices
impide el advenimiento
del fugaz instante
de traspasar la puerta cerrada.
Los versos perdidos
en la memoria
amenazan con taladrar el antifaz
impuesto por los siglos.
Hay garras esperando posarse
en la espalda
convertida en centro de diversión
y dos manos dibujan en ella
árboles frondosos
anunciando el descanso
lejos muy lejos.