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Esa creadora de sueños, esas gotas de agua cristalina que con el sonido que interpretan al caer te hacen evocar viejos recuerdos, la diosa de la melancolía, la que te induce a la soledad permitiendo que tu alma se expanda y mantenga un diálogo contigo, la misma lluvia que te lleva a tus años de juventud y a tus mejores momentos, la mejor aliada en aflorar lo mejor de uno mismo. Miras a través de los cristales y te hacen sentir bien. Millones de pequeños seres animados que danzan para ti, para tu bienestar, chocando contra los cristales de tu ventana y formando pequeños riachuelos que te tranquilizan y te relajan. Es la lluvia la que te hace volver a sentir que tienes alma, que tienes sentimientos y que siempre han estado ahí. Es la eterna compañera, la que te aconseja en los peores momentos y la que te anima a seguir adelante, la única capaz de conseguir que tu alma descanse y se reconcilie contigo mismo, es mi amada lluvia.

Bajo un azul infinito se percibe la vida, ese cielo que te besa cada noche antes de irse a dormir, que te mima con su sonrisa y acaricia tus labios al despuntar el día. Ese cielo que te envía la lluvia para aliviar tu alma, para provocarla en el amor más puro y grande que jamás ha existido, para notar el roce de sus manos y la suavidad de su pelo y en definitiva, para sentir que te ama como jamás lo ha hecho nadie.

Es la lluvia la que provoca mis sentimientos y es el cielo bajo su manto azul el encargado de enviármela.

He sentido el amor del cielo y he bebido de su lluvia, he oído susurrar mi nombre y me ha cogido entre sus brazos, ha besado mis labios en el más absoluto de los silencios, sólo roto por las gotas de lluvia chocando contra los cristales de mi ventana.

Ayer llovió; hoy siguen cayendo las gotas sobre mí y esperando su llegada como el alimento de mi vida, el único alimento que me permite seguir día a día con más fuerza que nunca, con más deseos de vivir y sobre todo, bebiendo incasablemente de su fuente, de su esencia, como si de un manantial de aguas infinitas y eternas manará para mí.

Lluvia tras mis cristales; el alma con armonía; es el amor que día a día va calando con su fuerza; el maná que me alimenta y el sonido de tu canto, eres la vida y yo… siempre bajo tu manto.


Texto agregado el 10-04-2008, y leído por 84 visitantes. (0 votos)


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