TODO SANGRA UN RESPLANDOR
Ellas no precisan de mí para existir.
otra vez consigue esta cama exhausta librarse de mí
otra vez dirijo arrastro mis pasos
en dirección la ventana
la única que hay
la única que me hace falta
para ver
el parque vecino para imaginar
los parques que no alcanzo a ver
Ellas no precisan de mí para existir,
soy yo quien las necesita, para no sentir
que la vida no es otra cosa
que un compendio de anhelos vanos y soledad.
Qué gusto da cuando sucede.
en realidad no soy buen cazador
displicente soy
desprolijo soy distraído soy
raras veces vengo
a la ventana con
mis binoculares
a ver si aparecen
Qué gusto da cuando sucede
que una de ellas llega a mis manos,
y puedo así contemplarla
en toda su amarilla fosforescencia;
aún con mi piel áspera,
mis manos sucias.
Mi oficio es fabricarle patitas, alas,
aunque no sé bien para qué
si no les hace falta
Mi oficio es fabricarle patitas, alas,
una débil caparazón verde,
una multitud de ojitos,
un par de antenas.
Y,
así vestidas,
se atreven de a poco a caminar por la mesa,
ensayan sus movimientos,
estudian su breve anatomía,
adquieren el difícil arte de abrir su coraza
y desplegar sus alas.
Dejo mis brazos en la mesa y ellas se suben.
Las llevo a recorrer toda la casa.
Y, tarde o temprano, sucede,
que entienden cómo es y emprenden vuelo,
el vuelo sostenido,
el vuelo inevitable en dirección a la ventana,
la única que hay, la única que les hace falta,
para emigrar hacia el parque vecino
y a esos otros parques que no alcanzo a ver.
Cuando se van,
me dejan una efímera certeza,
de que todo sangra un resplandor
igual al suyo.
y rodeado de ese polen
la vida es otra cosa
un gran parque repleto de bichos
una habitación con mucho aire
y paredes blancas
un tiempo que siempre es poquito
y estantes repletos de
antenas patitas alas ojitos caparazones y
manchas de esmalte verde por todas partes
Cuando se van,
me dejan una efímera certeza…
Corrientes, 2 de abril de 2008.
(Modificado el 29 de mayo de 2008)
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