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SILENCIO...

I

Silencio. Oscuridad. Abro los ojos. No veo nada. ¿Dónde estoy? La cabeza me da vueltas. No oigo nada. Todo a mí alrededor es quietud y silencio. Intento moverme. Mis músculos se resisten. Intento incorporarme. No puedo. La oscuridad sigue siendo total. El silencio aterrador. No logro recordar nada. Alzo una mano. Noto piedra húmeda y fría. ¿Dónde estoy? La angustia y el temor me invaden. A duras penas reprimo un escalofrío. Una gota de sudor helada recorre mi espalda. Intento gritar pero únicamente un ronco graznido sale de mi garganta reseca y presa del miedo.

¿Qué ha sido eso? ¡Me parece oír un pequeño rumor! ¡Sí! Ahora lo oigo claramente. ¡Pasos! Algo se acerca. Grito de nuevo. El ahora sí claro sonido de mi voz me hace daño. Nadie contesta. ¿Quién eres? Silencio. Los pasos se oyen de nuevo. Hay algo extraño en ellos. Nunca he oído pasos como esos. Se acercan. Ahora los puedo oír claros y fuertes. Se acercan. Se detienen. El corazón me late frenéticamente con velocidad y fuerza pasmosas. Los pasos resuenan de nuevo. Continúan acercándose. Se detienen. ¡Luz!.

Un haz de luz cegador daña mis ojos. No puedo ver nada. ¿Quién eres? Silencio. La luz desaparece. La oscuridad y el silencio vuelven a rodearme. Tengo miedo. Se que no estoy solo. Noto una presencia. Tengo miedo. De pronto dos pequeños puntos de luz rojiza aparecen frente a mi. No son ojos.
¡No pueden serlo! Caigo al suelo aterrado. Un sonido inhumano, más allá de cualquier sonido jamás oído, rompe el silencio. Miedo. Terror. ¿Dónde estoy? ¿Quién eres? ¿Qué eres? Silencio.
Los haces de rojizos aumentan de tamaño. Me miran. Los miro. ¡Me ven! No son ojos. ¡No pueden serlo! No siento nada. La oscuridad me rodea. Oscuridad total. Silencio. Miedo. Nada…

II


De nuevo abro los ojos. Siento un profundo e intenso dolor en mi cabeza. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde estoy? Me muevo, pero no por propia voluntad. Me arrastran. Algo que parecen manos me sujetan fuertemente los tobillos y cargan con mi cuerpo sin apenas dificultad por el duro y empedrado suelo. Escucho lejanos rumores que resuenan en mi cabeza. Parecen voces, pero hay algo extraño en ellas. Voces extrañas que nunca antes oí. Entonan lo que parece un canto. Un canto solemne a la vez que inquietante. La oscuridad comienza a remitir y un leve resplandor rojizo se apodera de todo lo que me rodea. No puedo entender donde estoy. Un fugaz recuerdo cruza mi mente: Dos haces rojizos que me miran fijamente. No recuerdo nada más. Solo terror y después…nada.
¿Dónde me llevas? No obtengo respuesta. ¿Quien eres? Silencio. Nada.
De pronto el brillo de la luz se hace más fuerte. Estoy entrando en una caverna excavada en roca viva. La extraña iluminación del lugar adquiere tonos imposibles. Miles de colores nunca vistos se reflejan sobre la roca. Mi extraño amigo continúa arrastrándome mientras los cánticos se hacen cada vez más fuertes. ¡Ahora los veo! Son cientos, quizá miles. Seres encapuchados vestidos con túnicas verdosas que entonan su canto una y otra vez. Todos ellos sin rostro visible. Las capuchas que cubren sus cabezas apenas si dejan atisbar sus ojos. Miles de puntos rojos que me aterran. Nadie parece fijarse en mí. Todos dirigen sus miradas hacia un único lugar…
Un alto pedestal de piedra roja como la sangre. Mi inexpresivo captor me coloca allí sin apenas dificultad. Nadie dice nada. Los cánticos han cesado. Tendido sobre el pedestal siento que no puedo moverme.
¿Qué queréis de mí? En una única respuesta un nuevo cántico ensordecedor resurge de entre la multitud. Después, silencio. Un silencio casi imposible. Nadie se mueve. Nada se mueve. Todo está en calma. De repente uno de aquellos seres se adelanta. Viene hacia mí. Porta un extraño cirio. Su llama tiene un intenso tono verdoso. Nunca he visto nada parecido. Se acerca a mí murmurando algo que no logro entender. Sin inmutarse acerca la llama hacia la roca del pedestal la cual con una brillante explosión insonora comienza a arder. Es un fuego extraño. No quema. No desprende calor. Los cánticos resurgen con más fuerza. Siento que empiezo a desfallecer. Mis parpados no pueden permanecer abiertos. ¿Qué me ocurre? ¿Qué es este extraño sopor? Trato de evitarlo pero no puedo. Me duermo. Pero… ¿duermo realmente? ¿O es algo peor? No lo comprendo y esa duda me aterra. Intento un último esfuerzo por incorporarme pero sin fuerzas me sumerjo en ese extraño sueño…


III

Despierto sobresaltado. ¿Donde estoy? Miro a mi alrededor y una alegría enorme me invade. Entusiasmado contemplo mi habitación. La habitación de mi casa. ¡Estoy en casa! Todo ha sido un sueño. Un sueño extraño y terrible pero un sueño al fin y al cabo. Sudoroso y todavía temblando me levanto de la cama y me acerco a la ventana para contemplar el precioso paisaje que desde ella se vislumbra en las claras mañanas de primavera…
El corazón casi se me ha parado. La visión que me devuelve el mundo exterior a mi ventana es desoladora: hasta donde alcanza mi vista un se extiende un desierto de arena y pequeñas rocas. Pero no se trata de un desierto normal. El cielo es de color rojizo. Las rocas y la arena presentan tonalidades verdosas. Y lo más extraño de todo. Presidiendo el cielo, una gigantesca luna de color violeta emite una extraña radiación luminosa a todo lo que le rodea. ¿Qué ha pasado? Recuerdo el extraño rito. La caverna. Aquellos seres desconocidos y amenazantes. El fuego. Pero, ¿dónde estoy? ¿Qué es este lugar? Desconcertado salgo de mi habitación. Fuera solo hay arena. Sigo avanzando. Me inclino y tomo entre mis manos una de esas rocas verdosas. Tiene un tacto diferente a todo lo que conozco. Vuelvo la cabeza y descubro con terror que mi habitación, mi casa y con ellas mi mundo, han desaparecido. Estoy rodeado de desierto. De arena y rocas. No hace calor. Tampoco frío. No siento nada. Una idea pasa por mi cabeza. Una certeza se apodera poco a poco de mí. Ahora lo entiendo. Comprendo súbitamente que aquel desierto será mi hogar para siempre. Jamás saldré de allí. No volveré nunca más. Mi vida acabará o continuará eternamente en aquel imposible paraje. De pronto siento que no recuerdo nada. No se que hago aquí. ¿Qué es éste lugar? No se que hacer. No se donde ir. Comienzo a vagar sin rumbo. Mis pasos son lentos. No hay prisa en mi caminar. Ningún pensamiento en mi cerebro. Aquella hermosa luna parece llamarme. Me atrae hacia ella. Voy hacia ella. Lentamente. Despacio…

Muy despacio…

Hacia ella…

Para siempre…

Texto agregado el 09-04-2008, y leído por 267 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-04-2008 Preciso y duro como la niebla convertida en palabras. 5* Regina_Mojadita
09-04-2008 Agobiante. Me ha gustado la forma en que lo has escrito, reflejando los pensamientos del protagonista. Galko
 
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