Salimos del cine conversando sobre lo mal que lo hubieras pasado si hubieras tenido que ir sola. “Ese monstruo no asusta a nadie” me decías y yo maldecía a los estúpidos creativos Hollywoodenses por no poder crear un mostruo lo suficientemente tétrico como para provocar ese sorpresivo abrazo causado por el miedo…

Caminaba lento a propósito porque quería alargar el momento contigo. No miraba el reloj porque no quería perderme ni un segundo de tu cara...“Me tengo que ir” fué el cuchillo que cortó con más crueldad el silencio agradable que había entre nosotros y enfilamos hacia el metro. No me di cuenta que era ya casi la hora de cierre, “No es muy buena idea ir al cine después del colegio” me decía mientras buscabas tu pase escolar en tu pequeña billetera de Jack Skellington. Corrimos para que el guardia nos dejara entrar, alcanzábamos justo el último metro

“Lo pasé muy bien contigo hoy” me dijo...“Lástima que vayamos en direcciones distintas”, se despidió de un beso en la cara y enfiló hacia el otro andén, alcancé a verla fugazmente antes que el último tren que me servía llegara y me tapara de su vista.

El tren pasó y yo seguía en el andén, corrí por las escaleras porque escuchaba a lo lejos al tren en la otra dirección que se acercaba raudo. Salté los escalones, la tomé por la espalda y le robé el beso más tierno que he dado en toda mi corta vida. El metro llegó y ella abrió los ojos...“Chao” me dijo y subió al tren. Me quedé en el andén mirándola mientras se alejaba. Sus ojos no se quitaron de mi vista hasta que otros ojos, mucho más enfurecidos de un torpe guardia, me gritaran que me fuera, maldiciendo por hacerlo abrir las puertas de nuevo

En esa pasada por el torniquete gasté mis últimos 120 pesos, salí y eran ya las 11 y media de la noche, un desadaptado me robó el celular y ningún “profesional del volante” me quiso llevar gratis...Llegué a mi casa después de 45 minutos de caminata maldiciendo a los creativos de Hollywood por ser tan incapaces de asustar a una simple colegiala chilena.