En la ciudad de Gualeguaychú, en un predio que actualmente es el Parque Unzué, se encontraba un grupo de empleados estatales, haciendo limpieza de malezas y algún que otro destronque.
Hombres sabios para el descanso, de buenos paladares en asuntos de bebidas como la Marcela la caña y los picados... Esa mañana el “Cacho”, José, “el Tarta”, “la Mona” y Aníbal se encontraban bajos de fondos para el ritual de todas las mañanas y entristecidos. El tarta tomó una de las palas, subió a su bici y cruzando el puente a toda velocidad se internó en el boliche del “Turco”, donde negoció la herramienta por los suministros de mayor interés, volviendo al lugar de trabajo.
-¡Tarta! ¿Cómo vamos a justificar la pala ahora? dijo José.
-Yyyyo me hago responsable, qqque ahora comamos tranquilos.
-¡Ja! Si no nos echan, nos comemos un sumario! Comentó “el Cacho”.
-Qqque déjame a mí nomás.
Después de pasar el momento de risas y cuentos vieron que por el puente cruzaba el jeep blanco de su jefe.
-¡El capataz! ¿Y ahora,“Tarta”?
El tarta se acercó al río, se sacó la ropa y tomándose de un ceibo calculó la llegada del capataz.
Al ver esta actitud, el hombre grita: -¡“Tarta”! Qué hacés, animal! Salí de ahí!
-Qqque se me cayó la pala...
-Salí ya mismo de ese lugar!
-Qqqque la boy a sacar...
- Dejala nomás, que yo te traigo otra. ¿No ves que está re-fría el agua? Si hasta neblina se ve!
-Qqque ¿Usted me lo ordena? Qqque si no, yo me tiro...
-Pero no, ¡Es más importante su salud que una pala! Vístase y vaya pa´la ranchada nomás que mañana será otro día...
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