M E S / 0 7
-¡Ale, tocaron timbre! –Exclamó Isabel desde el patio trasero.
-¡Ya voy!
Sonó con insistencia. Alejandro pegó unos saltitos acortando distancias.
-Voy, voy. –Redundó.
Giró el picaporte. Tras abrir la puerta, lo sorprendió su visita.
-¿Qué hacés papá? ¡Sos vos!
-Hola Alejandro.
-¿Pasó algo?
-No, nada… Necesito que hablemos.
-Si como no, pasá viejo.
Vacilante, echó llave. Lo siguió casi carbónico a sus pasos. Mantuvo el ceño aprensivo al desconcierto. Se alcanzaron en el comedor.
-Hola Isabel.
-¡Que tal Jorge! ¿Cómo anda? …Se lo extrañaba por acá.
Lo saludó con afecto. Suavemente frotó su espalda como aliviando el cansancio de lo existido.
El hombre estribó los codos sobre la mesa. Entrecruzó los dedos en simulacro de rezo. De inmediato, dejó caer su mirada.
Isabel y Alejandro se miraron por coincidencia hacia el instante. Suscitaban expresión de asombro, de cine mudo.
-Quería comentarles algo. –Expresó Jorge, casi en un murmullo.
-¿Todo bien papá?
Viró su cabeza. Se dirigió a él sin levantarla.
-¿Te acordás de Élida, la compañera de trabajo de la que te hablé?
-Sí me acuerdo, la que vive en Avellaneda ¿No?
Hizo una pausa…
-Mm, Me. Me invitó a cenar a su casa… Vos creés que. No sé si está bien…
Alejandro se acercó. Apoyó la mano derecha sobre el hombro de su padre.
El hombre alzó sus ojos.
-Mirá viejo… Disfrutalo. Pasala bien... Andá.
La expresión de Jorge pareció encenderse. Se puso de pié. Lo abrazó.
-¡Gracias hijo! –Asintió. Un hilo de lágrimas contenidas asomó entre sus párpados.- Sabía que lo ibas a entender…
Seguido, con una vívida sonrisa se despidió de Isabel.
-Te acompaño viejo.
Alejandro regresó al comedor. Como por instinto se aproximó al almanaque, extendió el brazo, permaneció unos segundos apoyado contra la pared, solo observándolo.
-Veintidós de febrero. –Señaló. Reflexivo- …Hoy hace dos meses falleció Mamá.
-Ni bien desperté me acordé de eso... –Contestó Isabel.
Recordó a su padre: “Que otra cosa podía decirle…” –Mientras lo asumía, se dijo.
Cinco meses después, Jorge falleció.
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