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Tu Opción

Tomó la jeringa y se la inyectó en el antebrazo. De inmediato, sintió cómo su cuerpo respondía al estímulo, y se dejó llevar por la ya conocida sensación de libertada absoluta. Sonrió y se recostó cuan largo era en el atrofiado sofá. El gato se le subió al pecho con un estridente maullido, pero el joven lo sacó de ahí con un solo manotazo. El gato lo miró desde el suelo, con los ojos entornados.
-Creo que ya está bueno de eso…- replicó una joven, que estaba sentada en el suelo, mirándolo con reproche- Te estás inyectando muy seguido.
-Vamos…- murmuró el chico, sentándose- No seas así.
Estiró una de sus esqueléticas manos hacia ella, y le acarició la mejilla. La joven no pudo evitar sonreírle y respondió a la caricia, acercándose a él.
-Sólo lo digo porque me preocupo por ti- le susurró al oído. EL chico la invitó a sentarse a su lado con un gesto de su mano, y le contestó.
-Lo se, amor.
Acto seguido, la besó. Primero con ternura, luego, con pasión desmesurada. La chica se dejó acariciar y besar por su novio, entregándose al dulce y embriagador aroma de la lujuria. Por un lado, le molestaba que su novio fuera tan adicto. No tenía mayor problema con las drogas, ya que ella misma se inyectaba a veces. Pero, el chico se estaba acostumbrando, y ya nunca estaba cuerdo cuando se juntaba con la joven.
Pero, a pesar de todo, ello le amaba, mucho, más de lo que habría podido explicar. Ya que, si no sintiera algo tan fuerte, no habría aguantado todas aquellas noches bajo la influencia de los alucinógenos.
Lentamente, se separó de él. No se sentía cómoda entregándose de esa forma, con su novio actuando gracias a la droga, sin su comportamiento sano. Además, ella se había enamorado de un chico sano que, poco a poco, había ido entrando en las drogas.
-¿Qué sucede?- preguntó él, desconcertado, al sentir la lejanía de su compañera.
La chica guardó silencio, y se limitó a bajar la mirada hacia el piso, donde el gato se había hecho un ovillo.
-¿Qué pasa, amor?- volvió a preguntar él, preocupado. Pasó su brazo rodeando la cintura de ella y la atrajo hacia sí- ¿Por qué tan fría?
-No, si no es eso- respondió ella, soltándose del abrazo.
-Entonces, ¿qué sucede?- él se enderezó y la miró. La chica notó que tenía las pupilas dilatadas.
-Ya sabes que no me gusta estar contigo cuando estás bajo el efecto de eso- respondió, poniendo énfasis en la última palabra. Su timbre de voz dejaba entrever un cierto reproche.
-Otra vez con lo mismo…- murmuró él por lo bajo, ofuscado- Ya te he dicho que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Yo te amo, y tú lo sabes…
Le tomó el mentón y giró su cara hacia él. Suavemente, la besó, con infinita ternura. Ella reprimió un suspiro, y lo abrazó con fuerza.
-No puedo dejar de pensar que cada vez te haces más y más adicto a esta basura, y a esta situación- ella guardó un momento de silencio y luego agregó- Que cada vez te vas alejando un poco más de la realidad…
-¿Por qué dices eso?- lo cortó él, soltándola y mirándola con expresión ceñuda- Ésta es mi realidad, mi vida, y nadie puede elegir por mí, ni siquiera tú.
Ella notó la rudeza de sus palabras, y lamentó haber roto el hechizo en el que estaban envueltos.
-Si lo se, amor- concilió ella, cansada- Pero algún día debes salir de esto. Debemos- rectificó luego, cabizbaja.
-¿Por qué? ¿Quién te dice que no podemos vivir así para siempre?
-Nadie, pero no podemos- ella estaba algo dolida- Claro que no podemos. Por un tiempo está bien, pero luego debemos salir. Además, esto te irá matando, este camino siempre llega directo a un barranco, y yo no…
-Pues no- la cortó él, poniéndose de pie- A mi no, porque yo se lo que hago, se lo que decido, se cuál es mi opción, y tengo claro qué me gusta y que no- aguardó un instante y luego, mirándola con rencor, le espetó- Mi opción es esta, la libertad. ¿Cuál es la tuya? ¿Qué es lo que elijes? Ser una chica más, correcta, santita, tonta… ¿eh?
Ella le miró con tristeza. Sabía que terminarían discutiendo, pero, por más que ella se rindiera ahora, él seguiría reprochándole.
-Mi opción…- murmuró- Mi opción… Mi opción es con mi vida, pero…
-¡Ah!- exclamó él, sonriendo con ironía- Es decir, que la niñita tiene miedo, por eso elige el camino aburrido y sin gracia, antes que el camino de aventura y libertad- escupió en el suelo, y luego se le acercó.- Yo creí que eras distinta, que podríamos compartir algo muy bueno. Pero no, porque mi camino es muy arriesgado para ti.
La miró un momento y luego le tomó el mentón con rudeza.
-¿Ya no disfrutas conmigo?- le preguntó, acercándose a ella- ¿Ya no te gusta que haga esto?
Y bajó su boa hacia el cuello de ella, y la besó varias veces.
-¿Acaso no te agrada esto?- le susurró al oído- ¿Ya no sientes ese “hormigueo”?
Ella había cerrado los ojos, sintiendo cómo un escalofrío recorría su espalda.
-¿Y?- inquirió él, volviendo a mirarla a los ojos.
-Tu sabes que me gustas, pero…
-Pero, ¿qué?- le joven estaba comenzando a exasperarse.
-Pero no es lo que quiero… Con eso no gano… Con eso pierdo mi camino de vida.- soltó ella, sin controlarse más.
Él la miró con profundo disgusto y luego, sorpresivamente, la abofeteó.
-Perra- murmuró, y, dándose la vuelta, salió de la casa dando un portazo.
Ella se quedó de pié con la mejilla colorada por el golpe, y los ojos empañados. Sin aguantar más, gritó. Tomó la jeringa que había sobre la pequeña mesita de centro, la preparó y se inyectó con dolor y angustia. Se desplomó en el sillón y comenzó a llorar.
“Quiero salir de esto”- murmuró en su mente.
Abajo, un gato la miraba indiferente.



Narzissa

Texto agregado el 08-04-2008, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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