Podría regalarte una docena de orquídeas, sembrar el jardín de nuestra casa con las rosas más perfectas, y adornar con azucenas nuestro hogar. Podría hacer todo eso pero no sería nada trascendental. Cualquiera podría darte todo eso y mucho más.

En cambio yo te voy a regalar una flor que es única. Una que nadie nunca te ha regalado ni te regalará. Es una flor suave como tu piel, con aroma a tu aliento, con la belleza de tu sonrisa. Es una flor muy especial que se llama Felicidae, aunque comúnmente la llaman Felicidad.

Mentiroso y embustero me llamarás. Me dirás que estoy equivocado pues esa flor ya te la han regalado antes. Pero te equivocas. Algunos podrán haberte dado una Felicidae, pero es sólo una mutación de la especie verdadera. Y como bien sabes, la selección natural se encarga de desaparecer las mutaciones.

Si en verdad te hubieran regalado una Felicidae, lo nuestro no sólo no hubiera funcionado, sino que nunca hubiera comenzado. La Felicidae que yo te regalo es la que se ha adaptado y la que prevalecerá por sobre las demás mutaciones.

Pero esta especie que te doy tiene una característica muy especial. Nunca muere. Una vez que la flor ha germinado, nunca deja de dar frutos. También tiene una desventaja. No se reproduce de ninguna manera. ¿Cómo nace? Pues nace del amor.

Espero que aceptes la flor que te he regalado. Nadie nunca te la podrá regalar. Ningún hombre puede producir tanto amor como el que yo te doy y por lo tanto ningún hombre podrá germinar nunca una Felicidae para regalártela. Espero que aceptes mi flor. Estoy seguro que nunca te arrepentirás.