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En Julio, es raro ver tormentas, es más raro verlas en la mañana muy temprano cuando aun no amanece, es mas raro que te despiertes con relámpagos y truenos en el mes de julio…….y es más raro que sea en un día domingo.
Siempre me han llamado la atención las cosas extraordinarias y esto era sin dudas un evento extraordinario, me deslice suavemente entre las sábanas y busque en la oscuridad menguante algo que ponerme. Después de revolver mucho y tras perturbar el sueño de Gabrielle un par de veces, me encontré en la calle vestido de gris y rojo. Ajuste todos los cierres, cordones, me calce en la cabeza ese capuchón de nylon que nunca había usado y cruce la calle a los saltos.
No me di cuenta en que momento estaba sentado tras el volante del auto, mientras colocaba la llave iba suplicando que encendiera, que arrancara sin muchas protestas ya había recibido señales que pronto habría que cambiar la batería y este era un magnifico día para que esa situación se presentara. Cuando arranco una oleada de tranquilidad me invadió y pensé, que cambiaria esa acumulador el lunes mismo.
Las calles estaban oscuras, negras, con la lluvia se tomaban toda la luz que había, desiertas de trasnochadores, tan sensibles al agua como al frio. Sin tener un rumbo muy cierto que seguir, pero con la necesidad de moverme, de ver un paisaje distinto de sacarme de los ojos la sensación de oscuridad que esas calles transitadas me habían pegado, tome por la salida este de la ciudad.
En una esquina crepitaban tablillas de álamo quemándose en un tacho metálico, estufa de almas perdidas de la noche anterior y ahora alivio de un diariero y un cafetero que intercambiaban sus servicios. Me detuve compre el diario, pedí un buen vaso de café mezclado con leche me volví al auto.
Cuando deje atrás la ciudad, la autopista estaba totalmente desierta, descansando de esas hordas de conductores precipitados que todos los días arriesgan su vida y la de los demás atravesándola , corriendo tras el reloj que les quita la vida minuto tras minuto, con tantas historias a cuestas…
Cuando había recorrido unos pocos kilómetros de casa, supe donde quería ir, supe positivamente donde quería estar y no se si estaba tan seguro de que hacer.
Todavía tengo en mi pecho la presión del abrazo de Joaquín que me dice, “déjalo ir”……ya esta mas lejos que todos nosotros y seguramente ya no hay sufrimiento, pena ni rencor que lo alcance, esta mas allá de todos nosotros, déjalo ir.
Todavía me veo golpeando la puerta y gritando que alguien “va a pagar por eso”, que la muerte de Antonio no puede quedar en esa nebulosa de descreimiento, en esa nebulosa de final con sabor a nada y sorpresa sin fin. Todavía tengo el recuerdo del llamado del medico con la noticia que mi Antonio se había ido y todavía no puedo entender cuando fue, ni porque.


Baje del auto, camine unos paso hasta la reja, estaba abierta y la empuje. Camine unos pasos más y el sendero dejo el pavimento por piedrecillas rojas de ladrillos molidos, grotesco piso de tenis para los muertos, pensé. Seguí caminando y sentí el césped, sentí la lluvia en la cara y no pude contener la oleada de recuerdos, imágenes en mi mente que se agolpaban y me causaban alegría, dolor, risas y al final una mueca grotesca, no pude contener un grito que se me escapaba de la garganta que me subía desde el fondo de mis entrañas que se inflaba en mis pulmones y se llevaba un pedazo de mi junto a todo mi aire. Un alarido de dolor contenido, de pena infinita, de desazón y perdida absoluta, total conciencia y certeza que Antonio estaba muerto, la estación final, el final del camino, esa condición que todos sabemos que va a llegar pero que siempre nos sorprende y nos destroza y arrasa como alguna catástrofe de la naturaleza que nos perdona la vida, pero nos deja solos.
No me di cuenta cuando llegue al reposo de Antonio, la tierra aun estaba revuelta, se veía con claridad las cicatrices sobre el césped y aun no decía la lapida de cemento, quien estaba allí abajo. Toque el césped con la mano extendida esperando sentir algo, esperando sentir la mano de mi hermano, creyendo que todo había sido un mal sueño y que con este pequeño ceremonial todo terminaría...Julio con tormentas es un suceso extraordinario…
No se cuanto tiempo estuve allí, vi como las nubes perdieron su color negruzco, violáceo y quedaron en gordas blancas con pendones, vi los esfuerzos del sol por iluminar un día creciente, pero al fin gano el invierno y quedo nublado, lloviendo y muy frio.
Ya suficientemente mojado y doblado por la emociones de la madrugada, me incorpore y retorne el sendero de polvo de ladrillo, con las manos en los bolsillos y pensando en un buen capuchino con Gabrielle.
El día paso como tantos domingos de invierno, entre comidas de familia, alguna película postergada y una ventana con cristales empañados al lado de un sofá envuelto en el olor del tabaco y pensando en nada.
La noche llego temprano y sentí la necesidad de tomar aire, de quitarme esa extraña sensación de dejar algo sin hacer, de salir, irme. Camine algunas cuadras y las calles dejaron paso a amplias veredas de tierra, sin casa ni edificios, arboles apenas cubiertos, con las hojas secas que les había dejado el otoño y que los vientos perdonaron, extendían sus ramas a la llovizna.
Algo cansado me senté en un banco de hierro y maderas, me estire, deje mis piernas tiesas y estiradas y vi un enorme olmo de copa redonda justo enfrente, escapado de alguna primavera olvidada, tenia todas sus hojas doradas y me mecían suavemente con el viento. Una vez mas me vinieron a la mente las palabras de Joaquín “déjalo ir….” Pero esta vez algo había cambiado en el discurso, déjame ir, déjame ir…..Levante la vista y vi como la copa del árbol se doblaba, se contorsionaba, se hinchaba y sentí como el viento la atravesaba, sentí una suave brisa que acariciaba mi cara y después una fuerte ráfaga que me envolvió como si quisiera abrazarme se arremolino en torno mío y sentí el abrazo del aire. Vi como la copa del árbol se abría y dejaba pasar al viento y todo quedo en calma y quietud. Una sensación de paz me invadió en ese momento y deja que mi hermano se fuera.

Texto agregado el 07-04-2008, y leído por 68 visitantes. (0 votos)


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