Nunca una llama permanece encendida,
nunca aguanté su calor,
nunca más, nunca más de un día.
(Héroes del Silencio)
Tu calor me invade en los amaneceres que me devuelven de mi sueño, y en cada mañana me muestra tu ausencia. No supe más de vos, pero la llama no se apaga, quise soplarla más de una vez, para no prevalecer en la distancia que te aguarda, pues has decidido partir. Pero no lo logro, no puedo negarme a lo que permanece encendido esta vez, derritiendo la cera que te busca sin hacerlo, pues espero tú me encuentres. Más que nunca se me tatúa en los latidos lo que canta el español que admiro “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”.
Y no ha sucedido un día que la llama no quemara mi nostalgia, pues me invento cada atardecer tu imagen frente mío, el momento en que vuelva a verte, si algún día decides volver tras mi recuerdo, que sigue y seguirá persistiendo en cada gota que resbala por mi cuerpo, al mantener viva tu mirada en mis ojos. Y no es fácil sacarte de mi deseo y aunque intento esquivarlo, desespero por brillar nuevamente en la noche de tu calle, de tu aliento, de tu nombre.
A pesar de no soportar los calores de más de un día, éste lo llevo en la manera que te idealizo para tenerte cerca sin que me deje en cenizas las hojas de este libro de silencios, y que en este invierno me abrigue en el hielo de tu ausencia y un olvido que no lo dejo subirse al escenario, cuando me planto a cantar a los cuatro vientos que no dejaré ir, lo que aún no comenzó, porque la noción se despistó en nuestro último encuentro, y en cada cuál encendió los caminos que el porvenir nos brindó. Y en mí, permanece encendida esta llama, y prefiero abrigarme esta desnudez con este peligroso fuego que me envuelve, pero además, endulza y revive, la hoguera de tu piel.
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