"La razón de la sinrazón que a mi razón se hace” cita de Cervantes
Grano de arena
Había una vez un grano de arena, que mirándose a sí mismo se decía: “!qué insignificancia la mía!”. Un buen día un rayo de sol hizo que el grano de arena mirase entorno de sí mismo. Vio que se encontraba en la cúspide de una montaña. En ese momento se elevó su orgullo y quiso gritar a las águilas – que eran sus vecinas -:”!admiradme!!mirad que alto estoy!, ¡vosotras, pobrecitas, no podéis planear hasta aquí porque dependéis del viento para viajar!”.
Se levantó de pronto una ráfaga de aire y el grano de arena dio un saltito, luego otro, y así hasta que comenzó a rodar ladera abajo. Mientras lloraba su caída, las águilas burlonas se acercaban a él, diciéndole: “Ahora no presumes tanto, ahora que vas a unirte al cieno vil del abismo”.
Cuando llegó el invierno, los últimos copos de nieve empezaron a besar la cumbre. Al invierno le siguió la primavera y la cumbre empezó a rebullir de vida porque un hormiguero se aposentó en el lugar. Escaseó la comida en aquellas latitudes con lo que las hormigas se fueron muriendo de hambre una a una. Pero ninguna hacía amago por marcharse ladera abajo. Habían quedado hipnotizadas por las vistas maravillosas de aquel lugar. Al morir la última hormiga, exhaló un suspiro y envidió a las águilas, cuya vida es más larga y toca el cielo.
El verano llegó a la montaña que estaba preparada para recibir a los hombres. Engalanada de excavadoras, picos, grúas. Querían convertir aquel lugar en una fuente de sustento.
Los nidos de las águilas fueron expoliados. Los polluelos fueron despeñados. Las águilas que regresaban de sus viajes se encontraban con los cadáveres de sus hermanas y adivinaban la presencia del hombre en aquella matanza.
A pesar de todo, algunos hombres deseaban convertirse en afamados exploradores. Escalaron hasta la escarpada cumbre, antaño vasta y natural, y ahora una molicie de piedras y hormigón. Colocaron una banderola en el pico y regresaron por las laderas. Iban diciéndose: “Hemos conquistado la montaña”. Pero la montaña ya no existía. ¿Es que acaso veían mejor que las águilas?
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