UNA REFLEXION
Antes de ayer, ya hace milenios,
les rescataste aquellos consejos
que les diste con anterioridad
con sapiencia inmortal,
en días y noches desveladas.
Recordaron vívidamente la revista
hecha a las historias familiares,
en los patios, junto a los fogones,
con Andrómeda , la Vía Láctea
astros, asteroides y la luna misma,
como graves e inmutables testigos
iluminadores de aquellos rostros,
corazones, ensimismados en la noche.
Ayer, también en lo oscuro del tiempo
renaciste sin tribulaciones, ni oprobios
sólo con tu inmensa bondad y cariño
plasmadas en rollos y pergaminos
con tus palabras escritas por discípulos.
Hiciste vivir al hombre desde su infancia
sin temores, con tu nombre en sus labios
para hacerlos crecer en plenitud
abrazado de tu armónica naturaleza
para llegar a los túneles de luz
con tu propia tranquilidad
En el hoy nuevamente te has liberado
de los grilletes enmohecidos por los siglos,
para revivir junto a quienes han seguido tus pasos,
de nuevo, siempre al borde mismo de tu sonrisa.
Has hecho libres de tu propio castigo, impuesto
por tu imperecedera justicia para oscurecer la mirada
de tus manos, de tus piernas en el desván aislado
de tu inmensa sabiduría guardada en sus memorias.
Desde el pretérito hasta hoy, han crecido
caminantes, solitarios a quienes ya no le importa
si sus pies desnudos pisan piedras de acantilados
la sequedad de la arena, donde crecen los cactus
o vagan pisando los musgos y líquenes antárticos,
sólo ellos han querido caminar entregando sus propios ojos
cuyas miradas se ha llenado con tus sapientes palabras
para que todos los hombres vivan un mañana con sol y tus mensajes.
¡Y, … son sólo ellos en quienes siempre se les deberá confiar
el crecimiento de la humanidad!
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