Vino como fantasma. Se retiró convertida en mi madre. Hasta hoy le escribo cartas que no encuentran respuesta.
En los arrecifes de mi memoria se descolgó el último trazo de esperanza. Unos perros ladraban hambruna.
Eres María o Luisa. Eres mi progenitora o mi condena vital. Madre, amante, mujer que sueño. Pasan gaviotas con ojos de muñeco. La brisa marina es una excusa para olvidar todo esto.
Estas píldoras me están produciendo efectos adversos. Y tú, que botiquín en mano me acompañas, eres, de verdad, el único ser existente que puede impedir la catástrofe.
Un ángel implícito se quedó a mi lado.
Al tuyo permanecieron mis pertrechos, que son, como sabes, el plumaje del ángel retórico desvariado, que corroe estos minutos sin razón.
En cinco horas más, luego de salir el sol, nos marchamos al estero de la luna.
Yo sabré regresar de este desvarío.
La píldora también.