Durante la noche su pálido y quejumbroso grito retumbo en mi cabeza en forma de miedo, sabia, que esa misma noche o la otra o la otra, aquella hambrienta hembra carnicera me alcanzaría, su grito, todavía lejano, me hacia temblar, mientras, con patitas temblorosas intento escabullirme entre los oscuros pasajes de mi selva, dudando a cada paso, frenando a escuchar, tanteando todo, telas de araña por doquier y ruiditos de acá y de allá, crujir de ramas y croar de ranas, impacientes insectos apasionados de mi sangre, y tu aullido hambriento cada vez mas cerca. Y mis pasos cada vez mas lentos y torpes por la selva cruel de invisibles raíces y profundos charcos de barro, de compañeras luciérnagas y temibles cascabeles asustadas y alertas. Y siempre tu grito, tu grito ahogado… y mis pasos, mis pasos vacilantes… por las oscuras sendas de mi negra selva, el aire caliente de caldoso verano y mi sudor frio, de terrible miedo de tu presencia, aunque aun lejana… demasiado cercana.
Al fin sin fuerzas me recuesto sobre el húmedo tronco de un árbol y entre sueños y realidades te veo…. Magnifica y terrorífica arma mortífera, con tus zapatos aguja rojos y tu suave perfume importado, esos ojos gigantes marrones con el más fino maquillaje, y la sangre en la boca, los dientes rechinando perfectos, sangrientos de otra pobre victima… y te acercas con tus uñas crueles, afiladas y esmaltadas, pulidas y bruñidas y de un manotazo en mi blanda panza…. Me hielo desangrando, y ciento como tu mordida precisa tironea con pasión de mis entrañas y el ciento dolor intenso como recorre mi cuerpo tembloroso, nervioso…. Y antes que saciaras tu hambre, otra vez siento los insectos y las cascabeles, las ranas, y las raíces en mi espalda y no era que soñaba sino que realmente moría y al fin, en los oscuros confines de mi selva, la vida se iba asustada tras tus filosas uñas esmaltadas
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