Me dueles tanto
Me duele haberte dicho que no te quería, ahora que tanto te quiero. Me duele haber pensado que lo nuestro no serviría, ahora que tanto te necesito, ahora que me estoy haciendo pedazos por la angustia de no poder besarte. Todo fue tan sencillo y tan complicado, ahora que estoy afuera me doy cuenta que todo pudo haber sido salvado, sólo tenía que decir lo que sentía. No tener miedo a enamorarme y aceptarte como eras, no sólo por el modo en el que te veías.
Has sido mi pareja más hermosa, con quien mejor he platicado y con quien más he reído, me duele que mida así lo nuestro, porque, ahora después de un tiempo ya no te siento, no como solía.
Sólo quiero gritar que te tuve. No controlar por unos segundos este sentimiento que tengo de autoridad sobre lo que existía, fui yo quien lo terminó, y lamentablemente quien más lo sufrió.
Quiero que todos sepan que fue conmigo con quien mejor has estado.
Y a pesar de tener este sentimiento de culpa todavía puedo describir como tus labios tocaban los míos, sin resentimiento. Puedo decir que tus labios eran rojos, delgados pero agradables al contacto, hacían una simetría perfecta con la anchura de tus ojos, hacían contraste siendo rojos con el marrón de los ojos, esos labios rojos que estando perfectamente en medio de aquél delicado rostro no hacían ver a las orejas como comúnmente se da grandes, sus orejas eran puntiagudas, pero no extremistas ni tampoco curiosamente pequeñas, eran perfectas. Entrando a detalle con sus labios, estos tenían pequeñas grietas, unas grietas que al contrario de todas, no eran secas, unas grietas que al ser mordidas perdían consistencia y sabían a cereza, al pasar de en medio a los bordes se podía notar una pequeña tensión que cada vez que por dentro se examinaban apretaban a los labios junto a ellos. Son esos labios rojos los que no me dejan despertar de día, son esos labios los que no puedo dejar de comparar cada vez que tengo a alguien junto a mí probando los míos. Simplemente no puedo dejar de pensar en ti.
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