Querido Carlos Alberto:
Sé que no me quieres escuchar. No me devuelves los mensajes que dejo en tu casilla de voz. No te atreves a revisar mi Hi5, porque sientes que te he traicionado, que te he mentido, y es verdad. Por eso te escribo estas humildes líneas para poder sellar lo que te quiero decir.
Discúlpame si me atrevo a escribirte, pero mi corazón me ordena que debo hacerlo y no dude en decirte todo lo que he callado y repetirte lo que ya sabes.
Tal vez, el ayer de nosotros solo sea una piedra en la pared de los recuerdos, pero me acuerdo de ti, cada vez que escucho Rich Girl de Gwen Stefani. ¿Te acuerdas que te gustaba?, o bueno, de repente, aún sigue encantándote y la sigues cantando a voz alta. Sé que no quiero enojarte y que pienses que escribo solo para hacerte sentir bien, sino para decirte lo que llevo dentro. No quiero callar más mis penurias y mis alegrías, porque me hiciste muy feliz. Me diste momentos ilustres y te entregaste a mí con la ternura y la pasión que sólo tú podías destallar.
Noches de fantasía viví muchas veces contigo, no lo niego. Fueron casi eternas: descontroladas y llenas incontrolable efusión. Yo sé que lo recuerdas con un cariño especial. Sé que fui alguien especial en tu vida y que aún en lo más profundo de tu corazón guardas con mucho recelo y consideración, los grandes recuerdos de nuestra amistad.
Pero bueno, déjame decirte las cosas que no me gustaron de ti. Algunas las conoces, pero otras serán una revelación en esta carta. Te acuerdas cuando condicionaste nuestra amistad a una salida a una discoteca de Miraflores, a la cual no quería ir, y te lo dije: me sentía incómodo y no estaba listo para ir a un lugar en donde la sociedad gay de lima va a divertirse y te dije: no, pero no me hiciste caso y, preferiste resentirte y decirme unas cuantas verdades. Me dijiste: que yo era una persona cerrada y, que no aceptaba mi condición , que mi cabeza estaba llena de traumas sociales. Ahora me reafirmo de que estabas equivocado, que no tenías razón para decirme esas palabras, porque lo mío era una decisión y rechacé esa salida, no, por la presión social, sino porque no me gusta ir a ese tipo de lugares. Y te actualizo: sigo sin ir a ese tipo de discos, porque no me interesa, no me llama la atención, no me divierto.
Ese día me sentí muy mal, porque te veía mal y no me gustaba hacerte enojar. Tú lo sabías, pero actuaste mal, reconócelo, no lo niegues. Te comportaste como un niño caprichoso que lo único que quería era saciar su gusto y nada más. No te importé, no te interesó mi reacción, ni lo que me ocurriera por dentro.
No te lo digo para que me odies, me odiaría si esto te doliera, pero es lo que siento y mi mente no logra ocultar cuando escribe.
Momentos felices también pasé contigo y esos son los que llevo dentro de mí y los guardo con mucho cariño, porque te quise, no dudes eso, porque si haces eso, me causarías un gran dolor, mi estimado Carlos Alberto. Te acuerdas cuando conociste, por primera vez, mi casa, y no estaba mi papá y te propuse para pasar la tarde y tú, gustosamente, aceptaste. Nos echamos en mi cama y nos pusimos hablar de nuestras vidas y luego yo, tímidamente, te miré y te robé un beso. Y tú sin dudarlo, respondiste con otro, y nuestros cuerpos empezaron a pegarse más y más, hasta que de pronto, tú te percataste de un sonido y los dos, como dos lagartijas, saltamos de la cama y sin pensarlo dos veces, salimos y nos sentamos en la sala. A los cinco minutos llegó…
(…esta carta continuará…)
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