podía verlo sentado, parecía dormido sobre una mesa con una máquina de escribir y muchos papeles... es escritor, pensaba, pero no le vi mover un solo dedo ni escuché mucho mas tarde, el sonido de las teclas de la máquina. pude apreciar su escaso cabello, y ese grueso cuello velludo, casi desnudo con una pantalón verde y sin zapatos. ¿la cara?, no pude verle nunca en todo el tiempo que estuve en aquella pensión. esa imagen fue para mí como la imagen de un hombre en busca de sí mismo, o la de un creador, o la de un ser que anhela tocar, besar la belleza con su alma, o no sé qué diablos mas...

dejé aquella pensión y seguí mi camino de ayudante en la vieja licorería del pueblo, y de noche laboraba en aquella pensión, asistiendo a los extranjeros que llegaban y se iban, pero, este hombre nunca pude verlo mas que de arriba, porque estaba sobre mi pieza cuando ya fueran las cuatro de la madrugada. asi fue como empecé a dibujar, y dibujé a este extraño hombre. fue raro, pues, dibujé su rostro, y, era igual al mío. lo mostré a muchos amigos y supe que tenía condiciones para este arte. lamentablemente jamás gané un solo premio, pero siempre dibujaba o pintaba... hasta que una tarde conocí a una mujer extrañamente bella, que siempre usaba guantes negros. sus cabellos era cortos como los de un hombre y no gustaba dar beso ni extender la mano, nada, tan solo una reverencia... fue esa mujer lo que me inspiró a pintarla. tan solo la vi una vez pero era como si viviera toda la vida dentro de mi alma. la pinté, pero la hice gorda y con los cabellos dorados, nada igual a su imagen, pero, tenía ese misterio que daban sus manos cubiertas por guantes, que, en este caso tenían seis dedos en cada mano... allí me hice un poco mas conocido, pero, sólo fue un poco. esto del arte es un camino de relaciones y yo no era un ser social, mas bien al revés...

seguí mi camino hasta que pasaron los años y una noche estaba sentado a punto de dibujar algo cuando me quedé paralizado, como si escuchara una voz diciéndome: espera, espera, espera... y, esperé toda la vida, aunque nunca mas pude pintar nada... no sé por qué recordé al escritor sentado frente a su máquina de escribir, y, tal como él, imagino se sintió, me sentí observado por millones de ojos, silenciosos, y, llenos de una bondad eterna, como si pudieran esperarme toda la vida y más allá... aunque, no sé por qué miré hacia arriba del piso en que me hallaba y vi un brillo sobre una esquina del cuarto... sonreí y seguí esperando...


san isidro, marzo del 2008