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Imaginemos la habitación. Un verde lavado en los muros, carpetas y papeles acumulando polvo y un poco de luz que entra por la ventana. Ahora, prestemos atención a la media docena de personas que se encuentran sentadas en círculo. Una de ellas, notamos en este instante, tiene anteojos y calvicie incipiente, lee algo en un cuaderno y levanta la vista. Atención, hace una pregunta.
—Empecemos por usted, Luís. ¿Que le sugiere la niebla?
Se dirige al anciano de la barba crecida y ropa desaliñada. Escuchemos la respuesta, que se demora por largos instantes.
—Niebla, niebla… son esas bolitas que te entran por los oídos y se van rodando hasta el cerebro y te van llenando todos los agujeritos que hay entre las neuronas y se pone duro y eso es lo que ustedes llaman mal de… y entonces se te van las cosas de la cabeza y… ¿qué es lo que preguntó? porque
Se nos hace difícil seguir la cadena de razonamientos que la pregunta ha iniciado, hasta que el médico corta el chorro y continúa la ronda.
—María, ¿porqué siempre dibuja eucaliptus?
Interroga a la chica cuyas piernas, cruzadas con despreocupación, han disparado algunos deseos. Pero es necesario que atendamos a las palabras en vez de imaginar anatomías.
—Bien, doctor. Nunca lo conté, fue a los doce, durante un día de campo. Mi tío, con unas copas de más, me llevó hasta el monte y…bueno, empezó a acariciarme por aquí, y besarme más abajo, y me sacó la bombachita, y me puso de espaldas. Y, ¿sabe?, lo que más recuerdo no fue el dolor del desgarramiento, lo que me quedó es el olor a la madera de aquel eucaliptus que tenía pegada a las narices mientras el hijo de…
Nos sentimos inquietos, especialmente cuando el jovencito callado y ausente abre su bragueta y comienza a jadear y masturbarse, frenético, mientras el descontrol se adueña del grupo. Observamos con temor cuando el galeno pega cuatro gritos y golpea con violencia al muchacho. Regresa, si así la podemos llamar, la calma.
—Carlos, a ver si se olvida de sus invitados imaginarios y nos cuenta a nosotros cómo sigue la historia que tanto nos interesó la semana pasada.
Me dice el siquiatra. Tranquilo, tengo que continuar la mentira y convencerlo, tengo que conservar mi reputación de enfermo crónico y quedarme aquí, en mi hogar. Lograremos engañarlo, ¿verdad?

Texto agregado el 30-03-2008, y leído por 364 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
10-07-2009 Muy bien expuesto. Un aplauso. luis daywaskya
22-04-2008 Los locos, mis preferidos. Aquí dejo un par de personalidades más..ups! digo estrellas ***** noether
20-04-2008 Jejejeje.. sopresivo final, muy bueno me gusto 5* darknessgirl
15-04-2008 Duro, claro y potente, sí. vitrubio
13-04-2008 jiijiji me encanto! Ego_te_absolvo
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