Una indefinida noche, escribo indefinida por considerar que era una noche como tantas noches dormidas en la ociosa cotidianidad de las vivencias grises, un matrimonio, una pareja de eméritos, se disponían a cenar.
Inesperadamente, sobre la puerta de su modesta vivienda, sonaron unos golpes como una especie de tímida llamada. En el momento de abrir la puerta, Berta, que así se llamaba la esposa, se dio de cara con un hombre desconocido, desarrapado, barbudo, un pobre hombre de los tan conocidos Adanes los cuales merodean por las ciudades, de día y de noche, sin llegar a encontrar su verdadero y desconocido destino. No llegó a asustarse, solamente una extraña, y a la vez persistente tos del recién aparecido, despertó en ella un impreciso y sorprendente interés después de oír – tengo hambre- una ansiosa expresión que, Berta completo diciendo - y mucho frío, supongo -
Con la ayuda de su marido Luis, entre los dos, consiguieron sentar al vagabundo a un extremo de una amplia mesa, pertrechada y lista para la cena. A continuación, aquel desdichado, se lanzó sobre los no muy abundantes pero no obstante deliciosos manjares sin dar apenas tiempo a Berta para servir los platos. Su hambre incontenible, así como la escasa precaución por masticar cuanto tragaba, fueron la causa de su inmediato ahogo. Luego de intentarlo, ni Berta ni Luis, después de levantarlo y apretar desde la espalda con fuerza su congestionado pecho, lograron conseguir que devolviera el alimento.
Animosos aunque desesperados, llamaron a las fuerzas del orden. Los componentes de estas se hicieron presentes con una diligencia extrema, acompañados de una ambulancia, cuyos facultativos solamente pudieron certificar la muerte.
Quince minutos más tarde arribó el personal de una empresa funeraria, el cual procedió a envolver el cadáver en una amplia funda de plástico gris. Entre las escasas pertenencias del fallecido, lo más determinante fue una bolsa, de plástico negro la cual, después de ser estrujada con fuerza por las manos enfundadas en los guantes de goma de un funerario. el citado, acabo por manifestar que, la bolsa, solamente contenía papeles, seguramente hojas de periódico, tan usuales entre los pordioseros. Unos papeles que eran usados para taparse, a veces con cartones, con el fin de defenderse en la intemperie, del intenso frío de las heladas noches invernales.
Cargaron con el finado no sin antes, pedir a Berta que por favor, fuera tan amable de depositar la mencionada bolsa negra en el contenedor de basura ubicado cerca de su vivienda. Era martes, un día específico para la entrega de envases, según determinaba un anterior y reciente edicto publicado por el regidor del servicio de recogida de basuras del Ayuntamiento local. Así que, la responsable ciudadana Berta, se desplazó unos metros mas adelante, para depositar la ya citada bolsa de papeles en el contenedor correspondiente.
Cuando la señora Berta salía a la desierta calle, un viento huracanado, comenzó a soplar, y cuando depositó la bolsa encima de un contenedor repleto de papel, imposible de cerrar, en el preciso instante de volcar los papeles, impelidos por el viento, salieron volando cinco de ellos, que no hojas de periódico como se pensó; cinco papeles; dos de cien euros y tres de quinientos.
Enseguida, la tan mencionada Berta, con un ímpetu inusual en su habitual conducta, se lanzó tras los papeles volanderos, hasta lograr rescatarlos del húmedo suelo. Fue tal la sorpresa que no le impidió, en el corto retorno a la casa, que una poco disimulada e irónica sonrisa, fluyera de sus tiernos y rojos labios. Al entrar en la vivienda, la sonrisa, se había convertido en una hilarante carcajada.
En ese justo momento Luis, seguía pendiente de las noticias del telediario de las nueve, atención que interrumpió ante la presencia de su esposa ¡ con una bolsa en la mano !
... ¿ Te has vuelto loca ?. A donde vas con esa basura – terminó por decir
... Si, tenías razón,- respondió ella riendo con muchas ganas – mientras le mostraba la ingente cantidad de billetes.-Tenías razón - la basura y el dinero, son acumulables –
Nunca lo supo nadie. Pero lo cierto es que, terminaron de pagar el 25 % pendiente de la hipoteca de su casa. De un total de treinta millones de pesetas, es decir, siete millones y medio, 45.075,907 e, exactamente.
Unos días más tarde, les notificaron la muerte del mendigo, (el matrimonio, en su fuero interno, interpretó como rico mendigo que, de acuerdo con el resultado de la autopsia realizada por los médicos forenses, la muerte había sido natural.
Y Berta se preguntó ¿qué cosa entendían ellos por natural ?. Si esta no se podía considerar una muerte heroica, desde su personal punto de vista, sin ninguna clase de dudas, se trataba de una muerte milagrosa. Su amante esposo, se limitó a decir si; con una consciente y larga sonrisa.
Robert Bores Luís.
PdeA.27-03-2008.
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