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De Emos, Chemos y Memos.
Por Luís M. Villegas.
Si usted comparte conmigo el gusto por las noticias, escritas o electrónicas, seguramente habrá notado la difusión desproporcionada que le han otorgado los medios a un supuesto enfrentamiento entre jóvenes adolescentes que se identifican entre sí con el apócope de “Emos”; de emocionales, emotivos, con otras denominadas inexactamente “tribus urbanas” conocidos despectivamente como “Darketos” del inglés Dark y “Punketos” del movimiento Punk de los años 70 y 80 del siglo pasado.
Obviamente, como parte de la historia y como participantes de alguna actividad socio económica o de simplemente vivir, todos hemos visto, a veces con hipócrita asombro, las manifestaciones que la juventud va mostrando al transcurso del tiempo, en la búsqueda de elementos que simbolicen y expresen, en el mejor de los casos, la rebeldía característica de ésta etapa contra el statu quo, consistente en el uso de modas representativas en el vestido, peinado y tinte, maquillaje, tatuajes temporales o permanentes-aún con la maldición de que no encontraran trabajo- el llamado “piercing” que consiste en hacerse perforaciones en el rostro (labios, lengua, narinas, cejas, pabellones auriculares) y en otras partes que incluyen el ombligo y caracteres sexuales y luego colgarse joyería. Por supuesto que cada manifestación tiene sus códigos verbales hoy enriquecidos por el lenguaje escrito y sintetizado que se usa en los teléfonos celulares que constituye una suerte de “slang”, “caló”, “lunfardo”, usado por grupos en busca de identificación social, racial, étnica y casi siempre marginal ya que se da en minorías que lo utilizaron como una estrategia de supervivencia de sus grupos y principalmente para que no lo entendieran los extraños.
Debemos también hacer un ejercicio de memoria y recordar que todos pasamos por esas etapas en mayor o menor grado, en donde la moda y esa llamada en algún momento contracultura, nos sirvió para identificarnos gregariamente con amigos y compañeros escolares o de trabajo y de igual manera se utilizó el lenguaje como un elemento clave para manifestar la inconformidad con algo que entonces no podíamos definir bien, pero que nos olía mal y sabía peor.
Vea unos ejemplos: En los 50 el copete envaselinado de Elvis, sus pantalones ajustados y su movimiento de caderas, enloqueció a los jóvenes de entonces y escandalizó a los mayores quienes prohibieron que en la tele se hicieran tomas debajo de su cintura: Creó una moda que aún perdura. James Dean, personaje del filme “Rebelde sin causa” inauguró el uso de los jeans, camiseta blanca y una chamarrita roja, que todos tenemos aún en nuestro guardarropa. ¿Recuerda en el 62 cuando los Beatles sacaron su peinado de flequito? Nadie puede negar la influencia del cuarteto de Liverpool en la formación cultural de varias generaciones, en especial con sus canciones más tempranas, dedicadas al amor. Cuando accedieron a la India en busca de otra verdad y se encontraron con el Maharishi, capturaron e introdujeron la moda oriental a nivel mundial. Durante los gloriosos 60, escenario del movimiento hippie, enarbolando el lema de Amor y Paz, surgieron infinidad de grupos y artistas que encabezaron, con los recursos tecnológicos limitados de entonces, una revolución cultural y una revisión de los valores de una sociedad norteamericana en guerra con el pueblo de Vietnam, la cual perdieron sentándose el precedente de que independientemente de su poderío bélico, no lo pudieron utilizar indiscriminadamente, debiendo dar por terminado el conflicto pero evidentemente sin aprender la lección, como lo testimonian sus oficialmente aceptados cuatro mil soldados muertos en Irak, por cierto que el número 4000 resultó paradójicamente, un paisano mexicano nacido en Reynosa, Tamps. En los 70 surge el movimiento Punk, irreverente, contestatario, majadero y retador, con su imagen y cultura grotesca, pretende rechazar los valores tradicionales de la sociedad, buscando escandalizar y llamar la atención lo que logra exitosamente, de tal suerte que aún persisten grupos que se identifican con esta manifestación ya cuarentona y seguramente muy instalada en el sistema por parte de los primeros seguidores.
Es de todos conocido que detrás de éstos movimientos, aunque asomaron apenas la cabeza, hubieron; filósofos, médicos, sociólogos, artistas, poetas, escritores, intelectuales y pensadores que hicieron oficio de santones para explicar y dar fundamento a la rebelión juvenil, dotándolos de conceptos que muchas veces no llegaron a las masas, ya que quienes participaron de éstos fenómenos, no se internaron tanto en su sustento ideológico, sino más bien en su atractiva manifestación, sin preocuparse por documentar su propia conducta y si disfrutar de sus gustos y placeres. Es importante apuntar que en todos los casos, estuvo presente la droga en sus acepciones conocidas entonces y enriquecidas por nuevos prospectos que se desarrollaron en laboratorios de reconocidas universidades y fueron probadas, entre otros, con personal del ejército norteamericano, para posteriormente ser puestas a disposición de la juventud, destruyendo a buena parte de jóvenes prometedores que se quedaron en el viaje. Recordemos que por vía de la universalización de métodos anticonceptivos y de ideas liberalizadoras sobre el papel femenino en la sociedad, el sexo se incluyó como un delicioso ingrediente más, lo que todos aplaudieron por su aceptación general.
Regresando al principio. Las expresiones de los jóvenes que declaran sus motivos para pertenecer a tal o cual movimiento y de los conceptos que los sustentan, revelan que solo están disfrutando de su juventud, tal como lo hicimos todos, en otras épocas, sin preocuparse de exhibir alguna congruencia, luciendo sus modelos estéticos los cuales resultan bastante simpáticos y desafortunadamente, reservados solo para ellos, ya que la edad, la alopecia y el sobrepeso no nos permitirían lucir sus lindos peinados y ropa. Desagradable resulta la manipulación mediática, que se antoja parte de una conspiración Orwelliana y muy maquiavélica, que pretende crear un enfrentamiento inexistente entre jóvenes que hasta el momento parecen ocupados solamente en crecer y talvez alguna vez encontrarse con éxito una personalidad, cuestión que no todos podemos presumir. En Bellas Artes, el admirado cantante catalán Joan Manuel Serrat en un concierto al interpretar su retadora canción “Señora”, cantó esa parte donde se refiere a sí mismo como; “un soñador, de pelo largo”, haciendo al finalizar una justa, pero triste corrección, declarándose; “un soñador de pelo calvo”.




Texto agregado el 30-03-2008, y leído por 557 visitantes. (0 votos)


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