Extraña inocencia. Recuerdos. Caricias de un pasado muy lejano. Quizás ya no le importe, pero yo no puedo olvidarlo, por mucho que lo intente. Sus tersas manos acariciando mi piel, sus finos labios en mi cuello, sus ojos fríos, atemorizantes y envolventes al mismo tiempo. Todo mezclándose y entremezclándose en mi mente, creando recuerdos, olvidando palabras. Creyendo verdades que no existen e ignorando mentiras verdaderas.
Sus pasos reverberan en un lugar inexistente. Su fragancia se eleva en un aire ilusorio. Su presencia, que puedo sentir junto a mí, rondándome, acompañándome con su sombra, abrazándome con su cuerpo impalpable, haciéndome recordar que ya nadie hay junto a mí.
Quizás si me dijeran que todo ha terminado, yo podría entenderlo, pero nadie nunca me lo dijo, nadie quiere decirlo. Por eso continúo vagando, buscando lo que sea. Una respuesta, una explicación, un arrepentimiento, un final.
Su voz resuena a mi oído, susurrando palabras ininteligibles, perdidas en el viento, llevadas por el tiempo a un lugar muy lejano que nunca lograré encontrar. Quiero encontrar lo que perdí, quiero hallar lo que dejé que me arrebataran.
Quizás lo haga, quizás no, pero sé que si lo encuentro sólo hallaré sombras con relieve, un cuerpo impalpable que se puede tocar, pero no sentir, labios fríos que nunca dirán lo que quiero oír, que sólo dirán palabras ininteligibles, que sólo dirán verdades que no existen y mentiras que sí. Sé que encontraré aquellos fríos ojos que anhelo, pero eso será todo, frialdad que imagina recuerdos. Sé que si vuelvo a oír sus pasos será alejándose de mí, sé que encontraré la respuesta, la explicación y el arrepentimiento, pero inherentemente, el final. Sé que su aroma se elevará hasta perderse, y será todo lo que su extraña inocencia pueda brindarme, porque no tiene nada más.



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