Tan solo escuché mis pasos llegando tarde, como siempre. Tenía el alma encogida, apretada, entumida, con miedo y con ganas de no estar ahí. Me preguntaba las cosas más tontas y extrañas mientras me acercaba. Nunca había sentido menos ganas de llegar a casa. Pero llegué.
Todo estaba igual a como lo recordaba, yo era el que había cambiado. Los meses de ausencia socabaron mi impaciencia y me dejaron con los nervios destrozados.
La tarde se hizo tan larga mientras la esperaba venir y hasta la más hermosa sonrisa podría haberse transformado en un arma peligrosa en mi mano. Me senté a los pies de la que antes fuera mi cama, luego me recosté hacia atrás y me dormí mirando el techo.
Por la mañana aun no regresaba. Me levanté, miré los detalles que la noche me ocultó y descubrí mi horroroso cansancio en el espejo. Lavé mi cara con agua fresca y en eso escuché su voz. Salí casi corriendo a buscarla y fue entonces cuando recordé todo.
Texto agregado el 27-03-2008, y leído por 127
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Lectores Opinan
27-03-2008
OK. ahí voy. leí tu critica en la que preferias no escribir a ser obvio y detalliste.. en este relato... muy bien demostrado... no quiero juzgar así tan estrictamente con tu comentario... así que dejemoslo ahí. en cuanto a lo que pienso... es que es un sentimiento comun lo que describes... el final sin importar la brevedad o lo extenso... es una red de seguridad... conclusion... trilladón trilladón... te seguiré leyendo. salud! zetaequisye