No estás solo, recuerda siempre eso. Dame tus manos, deja que te cuente una historia.
No sé a qué horas fue eso, pero era apenas la luz se podía sentir y tenía encendida la radio. La transmisión reportaba el fallo de nuestra primera misión al espacio. Los periódicos querían saber que camisas vestía el astronauta, mientras sentado en una caneca metálica moría solo en el espacio, sin nadie que lo escuchara, más allá de la luna.
Las estrellas se veían muy distintas esa noche, había algo peculiar, un sonido que llegaba a interrumpir la radio, como una voz lenta resbalando sobre las ondas. No era el DJ, era una revelación cósmica.
Nos quedaban cinco años para morir, cinco años para llorar, como el reportero que confirmó la noticia, diciendo que la Tierra realmente estaba muriendo. Lloró tanto que su cara brillaba por las lágrimas, entonces supe que no estaba mintiendo.
La locura nos atacó a todos por igual. El teléfono no dejaba de sonar, todos viajaban, escuchaban y despilfarraban. Vivían con la ansiedad de que era poco el tiempo el que tenían para hacerlo todo. Algunos se acostaban con lo que podían, gordos-flacos, altos-bajos, desconocidos y celebridades, como si necesitaran tanta gente. Otros besaban los pies de los sacerdotes, en busca de la salida especial mientras otros, vomitaban ante semejantes espectáculos. No es fácil llegar al cielo cuando todo va cuesta abajo.
Ese día te vi en el local de helados, tomando malteadas, feliz, luciendo tan bien que quedé frío. Me sentí como un farsante y pensé en tu madre, en todo lo que deseaba regresar. Cinco años. Cinco años que debía verte caminar, crecer, besarte, darte todo el poco futuro que podía ofrecer.
Así que regresé, teníamos algo bueno, tratamos de aferrarnos a eso, hasta que un día tuvimos la posibilidad de lograrlo. Salvar el mundo.
Cuando subíamos a la cima de la montaña para ver hasta el mar, pensando en aquellos lugares a los que un hombre joven sueña conocer, el Chev frena y no estamos solos. Verás, había un hombre de las estrellas esperando en el cielo, dispuesto a salvarnos, junto a un hombre en traje espacial y dos extraterrestres más. Tenía ojos extraños, un corte de cabello extraño, como un gato del Japón, un color tan blanco que parecía bronceado encima. Su ropa en azul, blanco y rojo, no podías saber si era un hombre o una mujer o algo entre los dos, con botas rojas altísimas y una guitarra en sus manos, la capa negra flotando a su espalda. Un superhéroe, a la vieja usanza, un mesías del espacio exterior, con capa y pantaloncillos por fuera dispuesto a salvarnos a todos.
Ziggy tocaba la guitarra con la mano izquierda, junto con Weird y Gilly completabamos las Arañas de Marte, la banda de Ziggy. Yo era el humano especial, el mejor amigo, el Jimmy
Olsen.
Y salvó al mundo, vaya que lo hizo, los invasores caían como moscas, todos los cuchillos que pasaban frente a mí podían lacerarte el cerebro. Ziggy acabó con la amenaza del espacio y se quedó con su mujer y con su perro, pero después de eso, todo fue cuesta abajo otra vez.
Pudimos transformanos en estrellas, era tan fácil, tan provocativo, que decidí seguir el juego y la salvaje mutación que me hiciera una estrella.
Llegaron las mujeres y las drogas, querían mi cuerpo, mi espíritu, mi esencia, los fanáticos nos seguían por doquier, eramos estrellas de rock, todas las personas se acostumbraron a las cosas extrañas y por doquier teníamos que salvarlos. No había manera de tenerlos satisfechos y Ziggy lo llevó todo demasiado lejos. Comenzó a hacer el amor con su ego, completamente absorbido en su propia mente hasta que se volvió un mesías leproso, un producto de consumo, hasta que no nos quedaba sino el rastro de luz de las botellas de cerveza para guiarnos a él.
Y así llegamos a Suffragette City, lo vimos metamorfoseado más allá del reconocimiento, completamente delgado y enfermo, destruido por el mundo que salvó, su cuerpo temblando porque nunca estaba ya en un sólo lugar, deteniendo terremotos y salvando suicidas, incapaz de completar sus frases, pero vaya si podía tocar guitarra aún. Hasta que ella llegó y se aferró a él, después otro más, después todo el público, dispuesto a llevarse un pedazo de él a casa y no podíamos acercarnos, ella había desaparecido y cuando los muchachos lo mataron, todo acabó, tuve que acabar la banda. Nos quejamos de sus fans, pero reconocimos que las Arañas no estuvimos ahí para salvarlo de la muerte en sus manos.
Cuando pasaron los cinco años del anuncio del fin del mundo, ya todo había regresado a la normalidad y todos siguieron siendo quienes eran, se acostumbraron a no ser salvados.
Nosotros no hablamos mucho, solo cuando jugamos con el balón y salíamos, no era fácil, nada volvió a ser fácil. Ya eres muy viejo para recuperarlo o siquiera escoger hacerlo y el reloj espera por ti pacientemente. Pasas por el café pero no comes en el restaurante cuando has vivido tanto. Eres un suicidio a punto de suceder hijo.
Pero algo pasó hoy y es por eso que tenía que llamar a alguien, te escogí a ti para decirlo: hay una luz en el cielo que no está bien, quiero que te veas por la ventana y la descubras, porque puedo ver su luz ahora. La amenaza ha regresado, creo que puede hacer estallar nuestras mentes si lo desea, pero no hay un Ziggy Stardust para detenerlo esta vez. Pero no estás sólo, debes hacer que todos suelten su potencial, que lo usen, que evolucionen.
Para lograr eso dejé para ti una guitarra robada del cadaver de un héroe.
Recuerda muchacho: cuando la vida te da un cigarrillo, lo pone en tu boca, tienes que apoyarlo con un dedo y después el otro, mientras se quema, es tu deber disfrutarlo o fumarlo conprisa y quemarte joven.
Dame tus manos de nuevo. Dame tus manos que siento que muero y no quiero estar solo. |