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Por Elder Hernández


“Every time I'm with you and every time we meet I
just lock myself until then you are from into deep
the way you are walking by and the way you caught my
eye and the way I feel so bad when you say good
bye for the first time you've got me baby…”

First time de Offer Nissim


Mentiría si dijera que no cambio parte de mi vida. Que no miento. Que los espacios que muchas veces voy repitiendo en mi continuo cotidiano, tengo que tergiversarlos. Y que en ese cambiar finales me doy el tiempo de escribir. Los finales siempre me cuestan por lo tanto, trabajo. Porque lejos de buscar algún final con sentido, busco encontrarle sentido a esas líneas de pensamiento que voy juntando a través de palabras y que de ninguna manera es deliberada. Es decir que puedo ir encontrando el desarrollo conforme avanzo pero muy pocas veces desde el principio (y tal vez será por eso que escribo poco, pero esa es otra historia). En este sentido, si bien no sigo líneas especificas más que el puro intento de comprender el evento, también es cierto que muchas veces no entiendo que esta pasando a mí alrededor. Establecer mi propio espacio -de comprensión-supuso más que un reto, una toma de conciencia de algo que siempre estuvo ahí, pero que nunca fue valorado de tal manera para que así fuera funcional. Y en esa funcionalidad verme intentando tener cierto sentido de la memoria. Memoria que al abrir los ojos se ve envuelta en tal cantidad de información, que me hace ver que no hay principios ni finales. Solo un todo envolvente que me rodea. Un todo que ya he sentido, me rodeara por el resto de mis días. Y que mis celulas se han empeñado ya, a sentir a como de lugar.

Me encontraba caminando por la colonia Roma cuando un anuncio llamo mi atención. El anuncio decía:
¿CUANTO VALE TU FELICIDAD?
Si eres capaz de ponerle un precio a eso que te hace falta, lo tendrás todo.
LLAMAME 0445532382252
El mero hecho de conceptualizar un precio hacia algo que perse, es una abstracción pura, me dejo perplejo. Apunte el número en mi celular y seguí hacia mi destino. Pasados algunos días decidí marcarle a una amiga que tenia mucho sin ver para invitarla a comer. Pero curiosamente en mi celular apareció el número telefónico que apunte como:
MI PRECIO
Al marcar me contesto la voz de una señorita algo ronca. Sutilidad permeada de sensualidad. En el momento que escuche esa voz tan hipnotizante, no supe que hacer. Colgué. Para mi sorpresa mi celular inmediatamente sonó. Al ver la pantalla solo alcancé a abrir los ojos sorprendido:
MI PRECIO
Conteste. ¿Por qué me colgaste? – me cuestionó esa hermosa voz femenina que me había contestado anteriormente.
- No se- respondí- Alcanzando a escuchar una ligera risa del otro lado. No sabia que preguntar. La chica no decía nada y yo sentía como el tiempo se alargaba tanto, que yo solo podía responder a este sudando. Y tampoco supe porque emití un pequeño jadeo que inmediatamente noto mi interlocutora. Volvió a reír.
– ¿Así que eres algo tímido? – de nuevo no pude responder como quería, pero si, como no debía. Tartamudeando le respondí que generalmente no era así. Pero que no sabia que decir. Y que en verdad no quería molestarla, pero que el anuncio pegado en aquel poste me había llamado la atención muchísimo.
- Si quieres nos podemos ver hoy mismo – Y de nuevo no supe que decir. Le dije que no sabia cuanto costaban sus servicios y que pues no sabia si podría pagar el precio de alguna cita.
-Ese precio lo vas a poner tú… – me contesto y yo sentí como la piel de mi cuerpo se erizaba al escuchar esa voz tan sensual. Sentí como si en verdad me lo hubiera dicho al oído en persona. Su voz sonó como una nota llena de ternura. Similar sensación había sentido al escuchar a alguna amante pedirme algo al oido. Me había atrapo. Le pregunte donde nos veríamos.
-Donde tú quieras. –Caí. La invite a cenar a las crepas de la condesa.
-A las 8:00 pm te veo. Voy a llevar un pantalón de mezclilla entallado y una blusa roja.
-Ok. Respondí y no me colgó. En ese momento me pregunte de inmediato porque todo lo aburrido y puto que puedo ser, tiene que manifestarse precisamente en momentos como ese. El tiempo que me rodeaba se detuvo. O se extendio de tal manera que pude ver mi aniquilación total, resumida en dos minutos de silencio total y con el alma en la punta de los dedos. Alcanzaba a escuchar la respiración por mi celular de una voz que parecía que en cualquier momento empezaría a gemir de placer. Su respiración era el sonido de la duda. El sonido de lo que vendría y yo no sabría como tomar el control de algo que estaba fuera de mis manos. Manos que empezaron a sudar tambien antes de decir lentamente que yo iría vestido con…
-No me digas. Quiero adivinar. Un beso. – Sin dejarme terminar colgamos y yo ya me encontraba arrepentido de lo que todavía no hacia. Porque algo en mi se quería convencer que me arrepentiría como tantas veces había pasado en mi miserable vida. Ahí me detuve. ¿Miserable vida? –Me cuestione- ¿en verdad mi vida es miserable? No mames también me respondí. Y vi perfectamente como ambas partes de mi cabeza se empezaban a pelear buscando razones cada una para defender su postura. Una se apoyaba en todos los momentos en que mi desarrollo como persona había sido un fiasco. Y la otra en esos pocos momentos en los que había comprendido algo sintiendo que había conquistado algo. Desde esa primera llamada algo en mi había cambiado. ¿Raro? Lo se. La llamada me había dividido y no podía ser una unidad de nuevo. Por lo menos las siguientes horas las pase en un estado sofisticado. Me separaba de una parte para unirme a la otra. Me separaba de las dos y me quedaba en un estado contemplativo. De autismo. En ese estado contemplativo estaba ya sentado esperando una botella de vino tinto y un FONDEU de CUATRO QUESOS (GRUYERE,OAXACA,CABRA Y DOBLE CREMA) con CILANTRO acompañado de pan y verduras. También pedí un agua PERRIER de 750 ml para compartir. Y ahí estaba sentado viendo como otro martes terminaba cuando sentí unas manos en mis hombros. Me sentí helado. Todo mi cuerpo se tenso. Y la misma voz que me había respondido por teléfono me susurro al oído.
-¿Así que tu eres el tímido? Inhale jalando fuerzas de no se donde. Quise voltear pero no me dejo. Sentía su piel en mi oído y su respiración en mi cuello. Cerré los ojos. Solo uno sabe la sensación que se tiene al sentir la presencia de unos labios y un rostro de mujer. Me soltó. Al abrir lo ojos, los tuve que abrir mas y después los cerré de la manera más natural que pude. Frente a mi estaba la mujer más hermosa que yo hubiera podido conocer en esta mi miserable vida (observa como mi bipolaridad se activa a la menor provocación. Sacudí imperceptiblemente mi cabeza quitando mis ideas de miserable o de algunas ideas estrafalarias del otro extremo). De unos 25 años. Blanca. Tenía los ojos color miel. La boca más carnosa que mis labios hubieran querido morder en ese momento a cualquier precio. El cabello castaño, recogido de tal manera que su fleco lo peinaba de lado, algo relamido. Tenía un par de aretes diminutos que se quito al tiempo que me pidió se los guardara. Al dármelos demostraba una confianza que uno solo llega a tener con las personas que ya conoce de mucho tiempo.
- Me los puedes guardar porfi? Me siento más cómoda sin ellos.- Me estiro la mano izquierda. Alcance a sentir la tersura de sus manos y el color transparente que cubrían sus uñas. La blusa que traía estaba diseñada de tal manera, que en la parte de su escote, se alcanzaban a notar de manera discreta aquellos dos montes que calcule tenían el tamaño de mis manos curiosamente. De hecho puede que mis manos estuvieran un poco más chicas. Haciendo de estos, el tamaño preciso que se necesita para pasarse mucho tiempo ahí. Me recargue ligeramente hacia atrás –lo tuve que hacer, lo tenia que hacer. De no haberlo hecho una ola inmensa de calor me hubiera tragado. Y no era precisamente el momento para ponerme a sudar. Que después lo tuve que hacer pero eso viene después--. Ella noto que me estaba tranquilizando, porque inmediatamente me comento como si nada pasara.
-Tomate tu tiempo. Me gustas callado. Se río. Para mí, ya tienes un diez. Tu estilo me atrae pero toma en cuenta que cualquier cosa que digas te puede bajar la calificación que ya te di. ¿Si me estas entendiendo no? También me gustaste. ¿Que como supe que eras tú? Ya vez…
-Demonios y mil demonios. ¿También me gustas? ¿Ya tienes un diez? ¿Cualquier cosa que diga me puede bajar la calificación? Y ahí estoy como pendejo soltando una estruendosa risa salida más de nervios que del tema en si. Y justo cuando el mesero se acerco para abrir la botella el monumento de niña que me acompañaba se disculpo para ir al tocador. Me tuve que levantar por la inercia de su movimiento y así ver perfectamente que teníamos casi la misma altura -yo mido 1.70. El mesero desconcertado me pregunto si quería probar el vino. Le respondí casi enfadado que no. Que solo lo sirviera y que trajera lo que ya había ordenado. Al sentarme de nuevo gire mi cabeza hacia el tocador y alcancé a ver por la espalda a mi acompañante.
--Dios mío… --es lo único que pude pensar…
Unas manos frías me taparon los ojos mientras olía de mi copa aquel vino de uvas MALBEC.
-¿Crees que nos acabemos esa botella tu y yo solitos? Me pregunto ella cuando se hubo sentado. Le respondí que salían por cada botella entre cuatro o cinco copas.
-¿Entonces tendremos que pedir otra no? Se rio. Sonreí.
-¿Y bien? – Me pregunto- ¿Por qué vamos a brindar? Ya se. Porque nunca nos acabemos de conocer. –Sonreí de nuevo- claro, así será muy difícil que nos aburramos uno del otro.
--Demonios y de nuevo mil demonios. ¿Qué dices ante algo así? ¿Se vale decir algo? ¿O es suficiente con quedarse callado? Y sobre todo, ¿que chingados hacia yo ahí sentado con alguien que ni conocía y que podía ser cualquier cosa menos lo que yo pudiera esperar? Ella debió notar que mi umbral de pánico se desbordaría. Porque inmediatamente comento.
-Solo relájate. Ya estamos aquí. ¿Que otra cosa podemos hacer? ¿Quieres que nos vayamos y hacer que nada de esto paso? Me refiero que aquí se rompió una taza y cada quien para su casa ¿eso quieres? ¿Qué dices?
-Salud –respondí.
- Dime tres nombres de mujeres que te gusten. – me ordeno. Si, note una pequeña nota de indiferencia permeada de arrogancia en un tema que ni siquiera venia al caso.
-Me quede pensando girando mi cabeza hacia la derecha en un movimiento totalmente fuera de mis manos. --Te aseguro que el tuyo me va a gustar. – le respondí y se rio.
-Tania. Me llamo Tania. Pero yo no quiero saber tu nombre real.
-Ok. Me llamo Rodrigo.- Mentí claro. Ella no sabía mi nombre real así que podía decirle el nombre que yo quisiera ¿cierto? Incluyendo mi nombre de pila. Además sabía que mi nombre en su boca jamás sonaría igual. A partir de ahora tendría una fonética distinta. Un matiz de ternura, de deseo y de todo lo que se me fuera ocurriendo. Al llegar nuestro FONDEU. Le comente que me había atrevido a pedir lo que nos había traído esperando no hacerla sentir incomoda.
-Se me quedo viendo sin decirme nada. Tomo su copa y vi perfectamente como con su lengua limpio sus labios rojísimos para después morderlos. De pronto un estruendo nos hizo brincar a todos los que estábamos ahí. Seguidos de unos gritos de una señora. Resulta que sobre el cobertizo de este lugar donde nos encontrábamos cayó un perro. ¿Puedes creer eso? Un perro al que encontraban bañando en la azotea se le hizo fácil aventarse un brinco dos pisos abajo… Yo se que es difícil creer esto que estoy contando. Pero así fue. No hay nada de más en esta narración. Entonces pues, ahí estábamos cuando una señora salió desde atrás del edificio rogándole al gerente que le consiguiera una escalera para bajar a su pobre mascota. Todos en el restaurante no sabíamos que hacer. Los meseros a la tarea de conseguir la vendita escalera mientras la señora totalmente angustiada, como pudo subió lo suficiente para alcanzar al pobre animal.
-Salud por el pobre perrito…- comento Tania mientras reía impredeciblemente. Estire mi copa y agarre un trinche picando un apio y sumergiéndolo en el queso que se encontraba burbujeando todavía. Este movimiento lo hice descuidando totalmente mi atención en Tania. Fue un movimiento certero. Y sin ninguna tribulación. Fue como si ya la conociera y en ese momento todo estuviera en su lugar. Al jalar el queso hacia arriba girando el trinche. Vi como Tania me miraba. Pero no le quise poner atención. Supuse en ese momento que si esto seria un juego de atracción, indudablemente yo saldria perdiendo. Por lo tanto no tenía que perder nada ya. El juego iba a empezar y sabía que ella tenía el as. Al quitar el exceso de queso de mi apio. Comente.
- Esto de los FONDUES me encanta. Sabias que primero hay que poner un chorrito de aceite, un ajo picado, una copita de vino blanco, después los quesos quieras y una cucharadita de fecula de maiz. Claro en este caso le pusieron cilantro pero es hasta el final. – A la vez que mordía esa delicia cerrando los ojos. (En verdad los FONDUES me matan. No estaba diciendo ninguna mentira)
- Que interesante… nunca hecho ninguno pero supongo que algún día en mi casa vas a cocinar para mi ¿no?
- Claro. Si esto no nos lleva a ningún lugar por lo menos hare que te la pases bien conmigo… -Al terminar de decir esto reaccione tardíamente ante un comentario que no venia al caso. Me reí. Ella también. En ese momento ella tomo su trinche pinchando una zanahoria para después introducirla en ese maravilloso queso. Nos quedamos callados mientras comíamos. Nos mirábamos directamente. Como si en esas miradas ninguno de los dos quisiera bajar la guardia. Y al mismo tiempo prestando atención al juego que por lo menos yo, no sabía en que consistiría. Mientras tanto veía como ella hacia gestos de una actriz. Actriz que conocía también su cara que bastaba un mínimo movimiento para desenvolver con precisión el ángulo preciso en el cual se veía hermosa. Tania lo sabía y lo explotaba. Giraba la cara hacia el lado izquierdo deliberadamente permeándose de sofisticación. Pero después giraba hacia la derecha haciéndome alguna mueca como si fuera eso, una niña traviesa. Al terminarnos la botella inmediatamente pidió otra. Yo ni siquiera voltee hacia el mesero cuando pregunto si seria del mismo vino dirigiéndose a mí. Solo alcance a responder de la manera más desapegada que pude que si y por favor. A partir de ahí de nuevo todo adquiría otro sentimiento. El alcohol en mis venas hacia que el clásico sopor del vino tinto creara la atmosfera necesaria para que Tania me estirara la mano dándome un pequeño papel.
- Es coca. ¿No quieres despejarte un poco? – La tome sin decirle nada. Fui al baño. El papelito traía fácil dos grapas. Y mientras me daba el tiempo de hacerme una raya sobre el mueble del baño. Me imagine depositando ese maravilloso polvo sobre Tania en medio de sus senos. Incrementadas las sensaciones después del pase. Me quise imaginar el sabor de esos mismos pezones. Pero fue demasiado. Sacudí la cabeza y salí de nuevo. Ella no estaba. Actué como si nada pasara. Al caminar hacia la mesa, alcancé a ver que ella se encontraba afuera en una camioneta HUMMER color gris. Me senté de nuevo al tiempo que el mesero abría la segunda botella. Y cuando quise agarrar de nuevo un trinche para el queso algo me sorprendió sin medida. Tania llego y me abrazo por la espalda. Me pregunto.
- Entonces ¿Cuánto vale en términos reales tu felicidad? Ponle un precio
Al sentir su comentario fuera de lugar solo pude preguntarle que si no iba muy rápido. Que la noche era joven y que…
- …es que no me estas entendiendo y dame mi coca… -la saque de la bolsa de mi camisa. Y le estire la mano.
- Esto es para ti y por ti. Tú hablaste a donde tenías que hablar y justo te conteste yo…
- ¿Que hay alguien más? – pregunte casi asustado…
- Ese no es el punto. El punto es de lo que estoy hablando. ¿Hasta donde quieres llegar para saber cual es el precio de tu todo?

-¿De mi todo? –gire la cabeza y sentí como la cocaína venia ahora a despejar todo el sopor provocado ya por la uvas. Pues mira la verdad es que no estoy entendiendo nada y si me permites me gustaría saber de que se trata todo este asunto…
- De nada no se trata de nada Rodrigo… Se trata de ver si tienes la capacidad de reacción en la punta de los dedos. Eso es todo.
-No te estoy entendiendo…
-La verdad es que si, pero te gusta hacerte el lento. ¿Traes un encendedor? Había dejado mis cigarros en la camioneta…
- No.
- Entonces no voy a fumar. Pues la idea es esta. Tu ponle precio a eso que creas que vale la pena tener y se te dará completito.
- Algo así como vender mi alma al diablo… --Yo con el sarcasmo saliendo de mis labios a borbotones.
-Ahora vas a decir puras tonterías. No. Quiero que me digas si te has preguntado alguna vez, cuanto vale tu felicidad y el hecho de que es un absurdo…
-Pues tan absurdo es, como poner carteles en los postes preguntando acerca del tema ¿no lo crees? Me había molestado ya su actitud. No sabia que se traía y le añadía más caos al caos. Al responderle de esa manera se me quedo viendo preguntándome si podía pedir la cuenta y llevarnos la botella de vino. Pague. Al subir a su camioneta no sabía ni que hacer. Hacia mucho que no manejaba y menos un automóvil con esas dimensiones. Empecé a sudar y ella comenzó a reír. Bajo todos los vidrios diciendo que la contagiaría con mi ola de ansiedad. Yo me le quedaba viendo entre risas y en verdad no sabia que hacer.
- ¿No que muy gallito? – alcanzo a mencionar en mi oído una vez que pude arrancar mientras su mano tocaba mi entrepierna.
- ¿Te gusta como se siente? – Su voz melosa hablaba en mi odio como si estuviera excitada. Y yo que si ya estaba excitado, apenas pude responderle intentando poner mi atención hacia enfrente.
- Prende tus luces tontito… - Estiró la mano. Jalando un botoncito y los potentísimos fanales encendieron. Saco el corcho de la botella que nos había vuelto a cerrar y le dio un trago directamente de la botella. Me la paso. Apenas di un trago. No quería que nada me distrajera y de nuevo mi cabeza me empezó a preguntar que demonios hacia ahí. Ni siquiera sabía hacia donde íbamos. Tania me dijo que manejara hacia donde quisiera. Y yo no sabia hacia donde carajos girar el volante. De pronto reí para adentro. Que ironía. Al no saber para donde dirigirme me di cuenta que eso era un chiste para mi solito, en el fondo no sabia para donde dirigir mi vida tampoco.
-Acelera mi amor. Vámonos ya. -Me dijo de nuevo melosamente y yo sin saber hacia donde dirigirme.
Sacudió la cabeza. Le dolía. Intento despertar de nuevo. Sacudió la cabeza costandole trabajo reconocer su entorno. Volvió a cerrar los ojos. Y sacudió otra vez su cabeza porque algo le decía que siguiera semi-dormido. Escribiendo. En medio de las tres dimensiones –largo, ancho y profundo- había encontrado la cuarta en la cual el vivir era un devenir más placentero. El imaginario. Ese espacio que empezaría a envolver toda su vida. Ese campo interminable de recursos que lo haría libre. Mañana mismo se vería con Tania otra vez. Pero ahora le pondría una blusa blanca. El cabello suelto y sería menos arrogante. Irían a bailar. Y conforme la escribiera se enamoraría de ella de nuevo. Y así empezaría el juego otra vez. Si. De nuevo. Tania nunca existiría. Pero el tampoco lo permitiría. Rodrigo se pasaría el resto de su tiempo libre escribiendo acerca de ella como si la fuera a conocer. Como si fuera algo que el estuviera viviendo. Y aquí empezaba todo. ¿Recuerdan?
Griselda fue ayer, Tania hoy, mañana Claudia y Laura y las que siguieran. Que la cuarta dimensión estaría ahí para usarla. Para acondicionarla de tal manera que a uno le de placer imaginarse todo lo que le venga en gana. Sentado escribiendo de nuevo a Tania, Rodrigo miraba por la ventana, sin saber donde empezaba el juego y donde terminaba.

Texto agregado el 27-03-2008, y leído por 207 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
29-03-2008 Bien por escribir esa dimnsión de los cuenteros. Ella es nuestra musa, algunas veces realotras veces simplemente una cuarta dimensión. Hubeca
 
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