Por el camino invisible por el verdor de las plantas y la ausencia de luz, dos sombras separadas se alargan o se acortan. Desaparecen para dejarse ver nuevamente, furtivas en lo más claro de la negra noche, pisando la hojarasca caída de los arboles. La sombra mayor da inmensas zancadas, se adelanta, se desdibuja se pierde. La otra sombra pequeña y liviana alarga sus pasos de perseguidora y aún así pierde terreno. Si corre la descubrira y seguirá en ascuas, consumiéndose en su tormentosa sospecha. Apresura la marcha al máximo, agota su respiración con el intenso esfuerzo para no perder la visión de aquel a quién ama, por el cual daría la vida y que la aventaja hasta convertirse en una línea en el sendero. Le es preciso avanzar más rápido aún. Por fín el camino se aclara al llegar a a calle principal del pueblo, mojada por la fina y tupida lluvia que amortigua la luz de los faroles,apenas se percibe música alegre.
Bajo el destello de la luz la sombra larga se transforma en la silueta de un hombre joven, de andar rápido y seguro, con el fuego de la sangre trotando en sus venas.
La otra sombra es una delicada mujer que se estremece con el aire frío y las náuseas que le suben y que intenta ignorar. Se le nubla la visión con sus lágrimas de agobio, de ira. Estruja sus fríos dedos. Se esconde en las sombras que le obsequia la luz detrás de un tronco. Sigue, se apega a una puerta cerrada. Jadea, se ahoga apurándose en exceso,se precipita para conocer la verdad negada por él. Debe comprobar la demoledora verdad, saber quién es aquella que le sorbe el seso a su hombre. Saber para luchar o morir.Saca fuerzas, toma aliento para acercarse más a la calle principal, su mirada en aquel que se detiene ante una puerta esperando que le abran. obsesionada, con los ojos fijos en aquel que la sume en agonía, agiliza su paso al máximo y cruza sin darse cuenta la calle tranversal. Ni un grito. Solo un estruendo y el camión azul se alejó rápido amparado por la espesa lluvia.
Silvia Parra B. |