Una fina capa de lluvia comenzaba a empapar sus oscuros pero brillantes cabellos, ralentizando así su vuelo nocturno. No estaba segura del tiempo que llevaba huyendo de sus garras, pero le había parecido más largo que la mismísima eternidad.
Continuó a toda prisa su camino, esquivando la frondosa y exuberante vegetación de aquel tenebroso bosque, sin desviar su mirada hacia atrás en ningún momento. De vez en cuando, se ocultaba tras algún arbusto para recuperar el aliento perdido y quitarse las pequeñas lágrimas de cielo que iban cubriendo su rostro poco a poco.
De repente, volvió a sentir su sombría presencia... ¿Cómo había podido encontrarla tan pronto? ¿Acaso el permanente brillo que acompañaba el batir de sus alas podría haber sido la causa de su propio descubrimiento? ¿O tal vez, simplemente, no fue capaz de ocultar del todo su fascinante naturaleza? No sabía cuál había sido la razón exacta aunque tampoco pensaba quedarse para averiguarlo por ella misma. La pequeña echó a volar por enésima vez desde que había empezando aquella descabellada persecución hacia no sabía dónde tan rápido como pudo, para evitar el desastre.
No obstante, fue imposible. La impasibilidad de aquel extraño ser que la acechaba era cada vez más fuerte. Ella sabía que sería incapaz de liberarse de nuevo de esa prisión que llenaba de un vacío impenetrable su alma y que dejaba fríos e inútiles sus más profundos sentimientos. Aún así, no iba a darse por vencida. Siguió adelante mientras su sombra cubría el lugar con una oscuridad más cegadora todavía.
Pasaron los segundos, los minutos, las horas... y paró, rendida, junto a un pequeño lago de aguas cristalinas y superficiales, ya más tranquilas debido a que la lluvia había cesado hacía bastante tiempo. Se acercó a la orilla lentamente, y recogió entre sus manos un poco de agua y bebió a pequeños sorbos, mientras intentaba recuperarse por completo.
Entonces, se fijó por primera vez en su reflejo. Su cuerpo era más bien de reducido tamaño pero con unos grandes ojos verdes y vivos que nunca serían capaces de mentir al más vil: cualquiera que viese a través de ellos podría saber qué escondía su dulce mente; tal vez áquel sería su mayor defecto. Su silueta era casi perfecta, iluminada por unos polvos mágicos que la hacían brillar, estuviera dónde estuviese.
Se estremeció. Una brisa aromada con el perfume de unas flores cercanas le hizo levantar la vista hacia el horizonte. El manto de oscuridad que él provocaba parecía que estaba disipándose lentamente. Supuso que le había perdido la pista al fin o que, tal vez, se había rendido, buscando otro objetivo al que poseer. Esto último le parecía improbable, por lo que decidió seguir escondida allí por si acaso.
-Hacía mucho tiempo que te estaba esperando, pequeña.
Aquel susurro la había sorprendido realmente. Se volvió hacía atrás para intentar localizar de quién provenía esa voz femenina debido a que no le resultaba nada familiar, pero no había nadie. Más tranquila, se concentró de nuevo en su reflejo.
-¿Acaso no me reconoces? dijo una voz nacida de las profundidades del lago.
-¿Quién... eres? titubeó, separándose un poco de la orilla.
Pero no obtuvo respuesta. Se preguntó si su imaginación pudiera estarle jugando una mala pasada. Había transcurrido mucho tiempo vagando por el bosque sin un rumbo fijo, ya no sentía las piernas, tenía hambre y sueño, y su corazón parecía haber dejado de latir. Pero, a pesar de esto, no apartó la mirada de la superficie.
-¿Qué ves? preguntó la voz, simulando un eco.
-Un reflejo...
-¿Y qué es lo que se refleja? insistió.
Vaciló por unos instantes, antes de responder.
- Alguien...
- ¿Y quién es? ¿No la reconoces? volvió a preguntar.
- Es que no es nadie realmente...
- Entonces, ¿cómo es que nadie me habla?
- No es que no sea nadie. En verdad es que no hay nada que decir.- suspiró el hada.
- ¿Y sobre los sueños? ¿No tienes nada que hablar acerca de ellos? Sin su existencia no seríamos nada.- argumentó la voz, cada vez más cercana.
- Simples aspiraciones de mentes complicadas. Algo que acaba convirtiendo la vida en una frustración.
- ¿Acaso crees que todos los sueños son malos? Pobre pequeña...
- No es que sean malos. Pero hacen que te eleves, con ilusiones... hasta que te encuentras con la realidad de tu camino y esas ilusiones mueren fulminadas, te caes, sin poder realizar aquello que anhelas, por culpa de lo que te rodea y de los que te rodean, sin que puedas evitarlo, caes y pierdes la razón para vivir, el porqué despertar con la llegada del sol, el motivo para luchar contra las dificultades, y sólo te queda tragarte el polvo de la rutina, día tras día, sin entender ni querer, levantándote cada mañana sólo para no parecer un muerto... dijo, mirando a los penetrantes ojos de su reflejo.
- ¿Y del amor? ¿Qué hay de él?
- Ya ves... Ocurre igual que con los sueños. No es que el amor sea bueno o malo, lo malo realmente es que no es perfecto, que no dura para siempre, que nos envenena poco a poco y, muchas veces, nos deja sin vida, sin sueños y sin esperanzas. Es lo mismo, todo está relacionado, vuelves a caer y esperas, y esperas, hasta que te enamoras de nuevo y caes en lo mismo.
- ¡Ay, pequeña! No puede haber un amor perfecto en un mundo imperfecto. Jamás, es imposible.
Guardó un silencio que le enturbió el pensamiento y la dejó aún más desorientada.
- ¿No me dirás que también piensas lo mismo de la vida?
- ¿La vida? Ella es la culpable de todo: del amor imperfecto, de los sueños rotos, de que yo y el resto caigamos una y otra vez sin remedio alguno, de que todas las historias terminen sin que puedas impedirlo...
- Una historia con un final, es el principio de otra, ¿no lo sabías?
- No...
- ¿Y todo esto es porque te caes? continuó.
- Sí, ya te lo he explicado. replicó un poco enfadada.
- Pero tú no te vas a caer.
- ¿Y por qué no?
- Porque tú tienes alas.
Pasados unos instantes, una gran masa negra salió del lago, revolviendo sus aguas y tragándose todo lo que estuviera a su paso, inclusive a ella. ¿Había sido engañada por una mentira tan simple? ¡Quién hubiera podido creerlo en aquellos instantes!
De repente, una débil mano salió de entre el agua y, con un vuelo pausado, consiguió volver a la orilla, dónde tosió una gran cantidad de agua y pronto abrió los ojos, pero habían cambiado: ahora eran negros ya que aquel ser había logrado poseerla de nuevo.
- Esto te pasa por ser tan ingenua. ¿No te enseñaron nunca a no creer en extraños? ¿A no acercarte a lugares desconocidos? ¿Nunca te dijeron que tuvieses cuidado con tus pensamientos? ¿Acaso no sabías que yo iba a encontrarte? ¿Y jamás se te pasó por la cabeza que el mundo es así, y así tienes que aceptarlo? Eres de ésas que sólo sabe ver las cosas malas, nunca el lado positivo de la vida y eso te va a costar caro...
El hada, que aún podía controlar una pequeña parte de su alma le susurró:
- No, nunca supe tales cosas...
- Bienvenida al mundo real, pequeña...- dijo por último. |