Tu dedo índice vuelve a parar el fluir de mis ojos,
mi mirada sigue el ritmo de tu respirar
que se marca tenso ante la tragedia.

Tomas mi mano en busca de un recuerdo fresco de agonía
mientras mis ojos buscan los tuyos, plenilunios como siempre,
escondidos a cada sospecha de encuentro
y pacientes hacia tus manos…
(terminan en tus manos)
Entonces, cual rayo que sorprende el desdén
tus brazos envuelven mi cuerpo.

El tenue aroma a especias frescas crea ambivalencia en mi aire.
El calor de tus brazos me atrinchera
en el más perfecto mundo de paz, olor, amor…
Deslizas tus manos por mi espalda
como en busca de una daga enterrada
mientras mis brazos sólo son víctimas de la gravedad.

Por fin, la fusión entre los dos termina y
mi pecho se siente aliviado.
Tus manos se sientan en mis hombros
y sucede lo inevitable, lo fatal, lo esperado…
tus ojos se amarran a los míos demostrando su intención,
durante (por) un largo silencio.

La profundidad de tu mirada me destroza, hace añicos mi tendencia de soñar y al final reacciono:

Mi dedo índice para el fluir de tus ojos
y te digo al fin mi deseo
“Mamá, ya no llores
sólo ha sido un sueño”.