CRÓNICA DE UNA CATA ANUNCIADA

La noche del 22 de septiembre del 2006 fue una noche que no olvidare.
La casa de Luís estaba como la ocasión lo requería, perfecta.
Cuando llegamos el anfitrión mostraba en sus ojos la seguridad de quien sabe que tiene todo bajo control, todo planificado.
Los actores necesarios ya estaban dispuestos.
Marcelo y yo sabíamos exactamente lo que iba a suceder.
La música, por darle un simple nombre a esas notas sublimes que deleitaron nuestros sentidos, fue transformada en palabras que enriquecieron nuestros espíritus y el preámbulo del acto principal.

Tres botellas de vinos aguardaban en la mesa, cada una esperaba a ser liberada, como un genio, otorgándonos deseos de aromas y sabores.

Los minutos dieron a luz a las horas y el veredicto llego.
Luís, como siempre frío y sin temor, califico.
La sentencia para la tercera botella no tuvo piedad.

Marcelo y yo, como el policía bueno de una película de bajo presupuesto, tratamos de atenuar sus palabras. Pero fue muy tarde. La tercera botella ya nunca estará entre nosotros.

Hoy, 20 de septiembre del 2006, me queda el recuerdo de esa noche genial que aun no ha llegado.